Otra vez a las barricadas
Las obras del oleoducto de Dakota del Norte arrancan de nuevo, como quería Trump, y se recrudecen las protestas
Ya no hay dudas. La victoria de los activistas en Standing Rock (Dakota del Norte), con sioux y cheyennes a la cabeza en la protesta contra un oleoducto que amenaza lugares sagrados y supone un peligro para el suministro de agua, se cimentó en que había “un amigo” en la Casa Blanca.
Así lo advirtieron no pocos analistas ante el exceso de euforia que se desató el pasado diciembre al suspenderse la construcción. Ese aviso tenía muy en cuenta quién había ganado las elecciones del 8 de noviembre.
Ni siquiera han pasado tres semanas de la inauguration y ayer se reinició la edificación del denominado acceso Dakota, último tramo de una infraestructura de 3.700 millones de dólares y 1.886 kilómetros que discurre por los dos estados de Dakota (norte y sur), Iowa e Illinois.
La estimación del proyectista es que la perforación llevará unos 60 días y otros 23 para rellenar la línea hasta Patoka, el puerto e Illinois que es el destino final para la carga de los petroleros.
La ambición de que todo sea operativo en escasos tres meses se enfrenta a la iniciativa legal emprendida por las tribu de nativos americanos de la región. Ayer reactivaron su demanda para bloquear el oleoducto a partir de la posible contaminación del acuífero. Este tramo de la tubería cruza el lago Oahe, que es la zona de suministro. “El agua es nuestra vida y debe protegerse a toda costa”, remarcó en un comunicado Harold Frazier, presidente de la entidad Cheyenne River Sioux, cauce que discurre entra la reserva sioux de Standing Rock y la de Dakota del Sur.
Este mismo jueves solicitaron al juez la paralización de las obras. “El oleoducto profanará las aguas”, señaló en los documentos que presentó la abogada Nicole Ducheneaux.
El jefe Dave Archambaul reiteró en un comunicado que van a continuar su lucha en los tribunales “contra una administración que persigue denegar no sólo nuestros derechos y el estatus de nación soberana, sino incluso la capacidad de beber agua”.
Existe otra vía contra el proyecto. Los manifestantes regresaron a las barricadas. “Seguimos aquí”, proclamaron ayer. Pero más allá del rigor del invierno, no se les auguran buenos tiempos. El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, se congratuló de que “no va a haber más retrasos”.
En cuanto Obama le dio las llaves a Trump, el presidente anti establishment se ha puesto en manos de establishment y de sus propios intereses. Trump, que invirtió en la sociedad constructora de la tubería, la empresa Energy Transfer Partners, recibió donativos para su campaña del director ejecutivo de esa compañía, con el ruego de que levantara el veto del acceso Dakota y de otra infraestructura –Keystone XL–, ambas frenadas por la anterior administración federal.
El cuerpo de ingenieros del Ejército, que es quien controla esos territorios federales, llegó a la conclusión de que se debía hacer un nuevo informe. Había que determinar el impacto ecológico
“Esta administración no sólo persigue a nuestra nación, sino el derecho a beber agua”, dicen los sioux
y posibles alternativas. Este consejo propició la cancelación.
El informe se inició el 18 de enero, dos días antes de la toma de posesión y seis de que el presidente Trump firmara una orden de continuación de la tubería. Y canceló el nuevo informe. Este pasado miércoles, el Ejército autorizó reanudar las obras. La constructora lo tenía todo listo.