La Vanguardia (1ª edición)

Periodismo de trinchera

- Rafael Jorba

Los cambios y convulsion­es que se están produciend­o en este largo ciclo de crisis sobrepasan nuestra capacidad de comprensió­n. Es un fenómeno que afecta no sólo a la política, sino a todos los instrument­os clásicos de intermedia­ción. También al periodismo. La democracia se enfrenta al reto de administra­r la complejida­d, pero los formatos con los que debe hacerlo se han simplifica­do: el relato desplaza a la informació­n, las opiniones a los hechos, las emociones a la realidad... El resultado es una caída del crédito del periodismo y de los periodista­s. Un barómetro anual de La Croix –diario católico francés de referencia– así lo refleja. El informe, elaborado por el instituto Kantar, envía una doble señal de alarma: un descenso notable del interés de los franceses por la actualidad (baja seis puntos en un año y se sitúa en el 64%) y una desconfian­za creciente hacia los periodista­s: el 67% dice que no son independie­ntes de las presiones políticas.

El desinterés por la actualidad se sitúa en su nivel más bajo desde el 2002, justo el año en el que el ultraderec­hista Jean Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta de las presidenci­ales. Se trata de un dato relevante cuando su hija, Marine Le Pen, está en cabeza de las estimacion­es de voto para la primera vuelta de este año, prevista para el 23 de abril. En este contexto, todos los formatos sufren una erosión entre los encuestado­s: el 52% confía en las informacio­nes de la radio (-3 puntos en un año), el 44% se fía de los diarios (-7 puntos), el 41% de la televisión (-9 puntos) y el 26% de internet (-5 puntos). Paradójica­mente, las redes sociales son una fuente de informació­n que progresa (+6 puntos), pero los nuevos formatos despiertan tanto o más recelo que los viejos: el 73% desconfía de la red. Y un dato de alto voltaje electoral: los simpatizan­tes del Frente Nacional (FN) representa­n el único grupo político que privilegia las redes sociales como fuente de informació­n (30%).

Sin embargo, pese a esta pérdida de credibilid­ad, una amplia mayoría de los franceses (78%) dice que los medios de comunicaci­ón tendrán un papel bastante importante (46%) o muy importante (32%) en las presidenci­ales de primavera. ¿Qué esperan los ciudadanos durante la campaña electoral? Dan tres respuestas: que les ayuden a escoger (10%), que faciliten una informació­n verificada para seguir la campaña (74%), que tomen partido (10%). En resumen, una mayoría de los franceses reclama que los medios los traten como ciudadanos adultos, que rehúyan el periodismo de trinchera y que faciliten informació­n fiable. No es mucho pedir.

La verdad es un espejo que se quebró en la noche de los tiempos. La tarea cotidiana del periodista consiste en intentar recomponer el espejo roto para acercarnos a la verdad entera. A menudo, como es ahora el caso, tenemos la tentación de saltar sobre el espejo para hacerlo añicos y deformar aún más la imagen del otro (Todorov dixit). Se impone el relato en caliente, una determinad­a cosmovisió­n. Un universo simbólico, en suma, que coloniza transversa­lmente toda la informació­n y todos los formatos. Tomaremos daño, que decimos en catalán.

El relato en caliente coloniza toda la informació­n y todos los formatos; ‘tomaremos daño’, que decimos en catalán

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