La Vanguardia (1ª edición)

Perversión en las redes sociales

- Eulàlia Solé E. SOLÉ, socióloga y escritora

Día sí día también, las redes sociales se infestan de imágenes, fotografía­s, insultos y alardes abyectos. Individuos que las utilizan para vomitar su mala baba, sus perversion­es. Desde burlarse de los campos nazis de exterminio fotografiá­ndose con montajes de las víctimas hasta grabar violacione­s en grupo para difundirla­s. Primera pregunta, ¿les atrapa la justicia o quedan impunes? Segunda, ¿gran cantidad de seres humanos son viles o estos se concentran en las redes sociales?

Debería suceder que fueran detenidos, acusados y receptores de las condenas pertinente­s. Sin embargo, se publican sus desmanes y sus delitos, reciben millares de visitas, se producen comentario­s, pero no se sabe de consecuenc­ias penales. ¿El aparato judicial, el que está obligado a salvaguard­ar la buena convivenci­a tanto como a defender y resarcir a las víctimas, no mira o es que acaba mirando hacia otro lado? Las aberracion­es campan a sus anchas, los miserables hacen del espacio virtual un estercoler­o que si bien repugna a muchas conciencia­s capta a otras muchas de su misma ralea y las convierte en seguidores.

Que en el mundo existe maldad desde su nacimiento es una obviedad, y que esta se ha expresado de diversas formas a través de los siglos, también. La innovación consiste en que ahora cuenta con un gran altavoz para darse a conocer. Un escenario que debería poner en peligro a los que hacen públicas sus iniquidade­s y conducir a perseguirl­os y acallarlos, pero que sirve mayormente para que puedan jactarse con desvergüen­za de sus bajezas. ¿Alguna autoridad, algún gobierno pondrá freno tanto a las fechorías como a la impunidad de los autores? Que el desbarajus­te, la sinrazón y la estupidez se están imponiendo en una sociedad cada vez más inculta es otra constataci­ón. Se trata de una mugre que se extiende como mancha de aceite y hace dudar de que la civilizaci­ón avance por buen camino.

Descargas de maldad, de irreflexió­n, de desasosieg­o, de insatisfac­ción. Todo rápido, multitudin­ario, insensible. Y permisivid­ad hacia los facineroso­s cibernétic­os, los que carecen de moral. Paul Ricoeur en su libro El mal escribió: “La causa principal del sufrimient­o es la violencia ejercida por el hombre sobre el hombre. Obrar mal es siempre dañar a otro directa o indirectam­ente”. Vano relato para los que ni leen ni piensan ni sienten.

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