La leyenda de la burundanga
La ciencia cuestiona la creciente creencia del uso de esta droga para consumar violaciones
Desorientada. Se despierta desnuda en un lugar al que no recuerda cómo llegó. La sensación es que ha mantenido relaciones sexuales. La memoria está bloqueada y la percepción, en ese nebuloso despertar, es que ha sido víctima de un abuso sexual. Este relato se repite en muchos testimonios de mujeres que denuncian haber sido violadas y que, al no recordar apenas nada de lo ocurrido, manifiestan sus sospechas de que el agresor pudo darles alguna sustancia para anular por completo su voluntad. Y es en ese momento cuando alguien pronuncia una palabra que últimamente ha recobrado protagonismo y vuelve a escucharse con reiteración: burundanga.
Es el nombre popular de la escopolamina, una sustancia capaz de anular la capacidad de una persona y de generar en esta desinhibición, al mismo tiempo que provoca amnesia temporal. Nadie niega la existencia de la burundanga. La droga, que busca la sumisión química de la víctima cuando es utilizada con fines delictivos, puede encontrarse a bajo precio en internet y es muy popular en Latinoamérica. Sus efectos están sobradamente probados.
Así que no hay que bajar la guardia con este tema, pero tampoco crear alarmas innecesarias. Expertos en toxicología reiteran que con la burundanga, al menos en España y en el momento actual, hay mucha más leyenda que datos contrastados. ¿Existe? Sí. ¿Es la droga ideal para mermar la voluntad de una persona para violarla? Por supuesto. ¿Está justificada la alarma por informaciones que hablan de un incremento de su uso en nuestro país? De ninguna manera. La prueba de que con la burundanga hay mucha dosis de leyenda y poca materia real hay que ir a buscarla en los laboratorios encargados de los análisis de sangre y orina de mujeres que creen haber sido adormiladas y sometidas con esa droga. Ni en el Instituto Nacional de Toxicología ni en el Institut de Medicina Legal i Ciències Forenses de Catalunya consta, hasta la fecha, un solo caso de positivo en una persona víctima de una agresión sexual. Tampoco en hospitales y, en lo que afecta al ámbito policial, los Mossos informan de que jamás han decomisado en Catalunya un alijo de escopolomina. Sólo hay un antecedente, confesado por el autor que dio burundanga a su exmujer, pero no hubo agresión sexual. Ocurrió en Palma de Mallorca y el hombre acaba de ser condenado por esos hechos.
“Las noticias sobre esta sustancia siempre han sido cíclicas. Pasan meses sin que nadie hable de burundanga y de repente aparecen repetidas informaciones relacionadas con el tema”, afirma Begoña Bravo, jefa del Servicio de Química del Instituto Nacional de Toxicología. Y cuando ocurre lo último se genera alarma. El “me han tenido que dar algo” es una frase cada vez más escuchada entra víctimas de violaciones agredidas después de una noche de fiesta. Los protocolos forenses establecen, de tanto oír esa afirmación, análisis específicos para buscar escopolomina en sangre y orina de las víctimas, revela Begoña Bravo. “Aunque jamás la hemos detectado en nuestros laboratorios”, asegura esta experta. Lo que sí aparecen en esos análisis, con mucha más frecuencia de lo que cabría pensar, son otras sustancias tóxicas (el alcohol o éxtasis líquido, por ejemplo) que, ingeridas sin control, provocan también desinhibición, efectos narcotizantes o cuadros de amnesia.
Para Jordi Medallo, director del Institut de Medicina i Ciències Forenses de Catalunya, el problema más que en una “sumisión química”, que es lo que provoca la ingesta de la burundanga, hay que centrarlo en lo que este médico denomina “vulnerabilidad química”, causada por la ingesta de alcohol mezclada con otros psicofármacos y drogas. Los análisis realizados en los laboratorios que dirige Medallo detectan sustancias estupefacientes o altas dosis de alcohol “en una de cada tres muestras que llegan a ese instituto de mujeres que han denunciado agresiones sexuales”. Estadística que se dispara en el caso de víctimas de origen extranjero. Estas cifras demuestran, en opinión de Medallo, que el verdadero problema a erradicar está en detectar a tiempo a los agresores que se aprovechan de la “vulnerabilidad química” de esas mujeres. Violadores sin escrúpulos que saben muy bien dónde y cómo actuar cuando detectan a una víctima
NINGÚN POSITIVO Los laboratorios de toxicología jamás han detectado la sustancia en una denuncia sexual CONSUMO DE OTRAS SUSTANCIAS En una de cada tres víctimas de agresiones se detectan otras drogas igual o más peligrosas
con sus capacidades mermadas por otras sustancias que nada tienen que ver con la burundanga.
El problema con la escopolamina (de cuya existencia o posible uso no duda ninguno de los expertos consultados por La Vanguardia) es que pasadas diez horas de la ingesta resulta muy difícil de detectar en sangre. En orina ese margen se amplia hasta “24, 48 horas”, afirma Begoña Bravo. De ahí que se recomiende a las víctimas que sospechen haber sido adormiladas con esta sustancia que acudan cuanto antes a un centro médico para someterse a análisis.
Los Mossos d’Esquadra y los grupos encargos de la investigación de delitos sexuales constatan la existencia de denuncias formuladas por mujeres que manifiestan haberse despertado desorientadas y convencidas de que han sido violadas en lugares a los que no recuerdan cómo llegaron. “No decimos que les hayan podido suministrar burundanga, ni que esta sustancia no exista”, afirma un agente. “Pero nunca hemos podido confirmar a partir de un análisis esa sospecha, mientras que sí se ha detectado en casos de agresiones sexuales la ingesta de otros somníferos, drogas o fármacos que causan somnolencia”.