La Vanguardia (1ª edición)

Zumos... y también 20.000 productos más

- Cristina Jolonch

Que los vendedores de toda la vida defiendan esos puestos que venden fruta cortada, zumos y alimentos guisados o fritos resulta, cuando menos, sorprenden­te. Pero nadie como ellos ha asistido a la evolución no sólo de uno de los mejores mercados del mundo sino también de los hábitos de consumo de los barcelones­es. Antes, ellos lo recuerdan, para ahorrarse una peseta la gente se desplazaba hasta la Boqueria desde el otro extremo de la ciudad. Ahora parece que el tiempo se ha vuelto más valioso, y las prisas y la comodidad han jugado en favor del súper de barrio y en detrimento de los mercados.

La Boqueria no puede vivir de los vecinos y es obvio que hay un cliente nuevo, el turista, al que prefieren ofrecer algo que verlo marchar con las manos vacías. Ese visitante no sólo compra comida para tomar al momento, sino también para llevarse; en la Boqueria le sirven kilos y kilos de jamón de calidad envasado al vacío, y también azafrán, y frutos secos, y latas de conservas. Por eso, los vendedores de siempre, los que siguen despachand­o esos 20.000 productos más, de todo tipo, en los puestos, recuerdan que este mercado sigue siendo el más rico y variado de la ciudad. Que los grandes cocineros siguen siendo sus clientes porque conocen de su superespec­ialización y que cuando es un día especial, el barcelonés que quiere cocinar un buen capón, que necesita las mejores setas, una hierba exótica o una fruta de nombre imposible, sabe que sólo allí lo encontrará. Por eso para los vendedores de toda la vida los zumos o los productos cocinados que tanto atraen a los turistas –con el éxito de la comida callejera urge buscar un lugar estable para los foodtrucks– sólo son un mal menor.

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