La Vanguardia (1ª edición)

El sueño americano de Desigual

La firma catalana muestra en Nueva York un estilo más maduro aunque atrevido

- MARGARITA PUIG Nueva York

Que no iba a ser fácil estaba cantado. Todos saben que la moda es un terreno de lo más hostil para Donald Trump (y desde el miércoles más: el presidente no pudo evitar su tuit indignado y déspota contra Nordstrom por haber prescindid­o de la firma que diseña su hija Ivanka) y que muchos de los peces gordos de la industria, como Diane von Fürstenber­g, Jason Wu, Marc Jacobs, Tory Burch o Joseph Altuzarra, lloran la derrota de la candidata demócrata. Pero lo que estaba por ver era cómo encajaban todas las voces críticas en la nueva edición de la Semana de la Moda de Nueva York. La primera de la era Trump y –¡que tiemble la pasarela!– la de la vuelta de Raf Simons, hoy mismo, de la mano de Calvin Klein.

La respuesta llegó ayer en forma de una marea rosa mucho, muchísimo más contenida de lo que se esperaba. El color, que ya se le está atragantan­do al magnate, tiñó muchos de los looks de las breves colas (¡cómo nevaba!) con que ayer se inauguraba oficialmen­te la pasarela. Y es también el del pin que Planned Parenthood (la combativa asociación de planificac­ión familiar) ha regalado a diseñadore­s, modelos, agencias de relaciones públicas… En definitiva, a todo aquel que se acerque estos días al gran circo de la moda.

Pero el frío y las pocas ganas de seguir mezclando política y armarios desluciero­n tanto las intencione­s de los pin que claman en rosa por las libertades, como los combativos mensajes de las camisetas y sudaderas de Opening Ceremony con las palabras Resiste, Lucha, Protesta, Cambia y Desafía, que pretenden recordar a Trump que el suyo es un país de inmigrante­s.

Después de transfers y vuelos cancelados, colegios, estaciones de metro y oficinas cerradas, doce horas de avisos para asegurar la ciudad ante la que casi se anunció como la nevada del siglo y un ambiente brutalment­e gélido, después de todo eso llegó el día. Tanta incidencia hizo que algunas modelos llegaran a la pasarela de Nueva York directamen­te desde Los Ángeles, el circuito paralelo de tendencias, sin pasar siquiera por el hotel.

El día arrancó bajo la anunciada e imponente tormenta de nieve... La moda quizá no, pero la naturaleza pareció ponerse ayer del lado del presidente. Así, en una Nueva York teñida de blanco, Nicholas K abrió la

veda. Y luego llegó el turno de un viejo conocido, Desigual, que en su vuelta al sueño americano dejó los mensajes políticos a la puerta del Skylight Clarkson para centrarse en reivindica­ciones también muy femeninas. El vogueing (baile que tuvo su origen en las discotecas gays de Nueva York caracteriz­ado por hacer poses como si se tratara de una sesión fotográfic­a e inspirado en la canción Vogue de Madonna), las wimins y la visión mas california­na del punk dibujaron la nueva era de la firma “chula” y cada una de sus 50 salidas, en un paseo histórico por el atrevimien­to tanto estético como político de las mujeres que han sabido transmitir con su forma de vestir.

Vehiculó en tres tonos básicos (el blanco, el rojo y el negro toman el mando en la colección de Desigual del próximo otoño-invierno) un mensaje menos happy y mucho más rebelde en guipur, tartán y tricot para reafirmar la era de empoderami­ento de la mujer. Muy femenina, con medias de rejilla alzadas hasta el ombligo, pero a gusto también en el concepto agénero. Se entendió como la celebració­n de la madurez a la que llega Desigual tras su profunda transforma­ción de los últimos tres años y lo firmó con su front row de lujo. Ahí, las nuevas activistas de su causa, desde Julia Cumming, modelo pero también vocalista de Sunflower Bean, hasta Elisa Sednaoui, Erika Boldrin, Anne Cleveland (la rara modelo hija de Pat Cleveland) o la actriz Berta Vázquez aplaudían el desfile que mayor expectació­n suscitó la jornada inaugural. Todo sin necesidad de recurrir a alusiones directas como el Fuck Trump (que se joda Trump) con que la firma estadounid­ense R13 firmó su colección de verano presentada hace seis meses, con Obama en la Casa Blanca.

La vocación de repulsa puede ser la misma esta Semana de la Moda que arranca, pero todo hace suponer que nadie elevará a nivel del fuck su desagrado con el sonrosado nuevo presidente de Estados Unidos.

Blanco, rojo y negro predominan en una colección que dibuja un paseo histórico por la estética femenina

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