Periodistas (con)fundidos
William Finnegan, reportero de The New Yorker y premio Pulitzer, contaba hace unos días al Magazine de La Vanguardia que el periodista debe “mezclarse con la gente de la calle, sentarse discretamente en un banco y pasarse horas observando el trasiego cotidiano. Fundirse con el entorno”. Valga esa reflexión profesional para recordar que el protagonismo está en las antípodas del periodismo. Sin embargo, hay mucha gente, dentro y fuera del oficio, que cree a pie juntillas justamente en la tesis contraria.
Hace unos días, el periodista Cristian Segura reveló en El País las escandalosas afirmaciones del exjuez y senador de ERC Santiago Vidal en su periplo de conferencias separatistas por Catalunya. De inmediato, el informador se convirtió para muchos en el protagonista de la información. Se juzgó a Segura por hacer (muy bien) su trabajo. “Por favor, insultadme de uno en uno”, llegó a reclamar el periodista en Twitter ante el linchamiento tuitero con el que el fue obsequiado por algunos exaltados.
Es cierto que todo periodista tiene una intención cuando transmite una información, pero detrás de ella lo que subyace es el deseo de informar de algo que cree que la sociedad debería conocer. El público de su medio juzgará si quería o no leerlo. Segura se convirtió en protagonista involuntario de una información porque vio lo que otros compañeros no vieron: un importante cargo electo de un partido con responsabilidad de gobierno aseguraba que ese ejecutivo de su formación había cometido ilegalidades. ¿Tan difícil es entender que eso es noticia?
Lamentablemente, la respuesta es que si se analizan las cifras de comprensión lectora en España y en Catalunya, no es de extrañar que ocurran episodios así. Hay personas que no sólo no entienden lo que leen, sino que toman una posición radical al respecto porque creen haber leído cosas que el autor del artículo nunca llegó a escribir. La consecuencia de esa maraña de equívocos se lía todavía más con tuits y retuits que llevan la discusión a puntos de esquizofrenia.
La propuesta de Finnegan de que el periodista, como testigo, se funda “con” el entorno no tiene nada que ver con el comportamiento profesional de algunos colegas que se funden “en” el entorno, algo así como nadar a favor de corriente y repetir como loritos los mensajes de quienes gobiernan.