La Vanguardia (1ª edición)

Tetuán merece la final de Copa

- Joaquín Luna

La principal, singular y más apasionant­e jugada del fútbol español es la de marcarse solo. Ningún país europeo es capaz de alcanzar el grado de virtuosism­o que exige montar, año tras año, un pollo sobre un acontecimi­ento de apariencia rutinaria: la Copa del Rey es un torneo que disputan dos equipos en una final que siempre gana el Barça después de que todo el mundo se oponga a acoger el partido. ¡Qué cruz, señor! El mérito de la Real Federación de Fútbol para marcarse sola es digno de estudio. Quizás, en el fondo, lo que nos gusta, lo que nos va y lo que nos excita es la discusión del bar de borrachine­s, la tertulia de medianoche y el periodismo pontificio.

Yo ahora les receto mi solución genial y me quedo tan ancho: todos los clubs que interviene­n en la competició­n de la Copa del Rey deberían compromete­rse de antemano a ceder su estadio en caso de que la Real Federación –organizado­ra del torneo– lo consideras­e oportuno para acoger la final. O eso o no compites.

No hay tradición de una sede fija y ya no la habrá, a diferencia de Inglaterra, Francia o Italia. La elección lógica sería, además, el Santiago Bernabeu, algo que hubiese indignado al barcelonis­mo no hace tantos años. El nomadismo no es patrimonio de la maldita Copa: la selección española ha disputado partidos trascenden­tales en estadios de segunda, a todas luces inadecuado­s.

Hay una corriente de opinión que reclama fijar la sede al principio de la temporada. Sobre el papel, es una solución impecable. En la práctica tiene dos inconvenie­ntes. Uno, objetivo: ¿si designamos Balaídos y a la final llegan Sevilla y Betis? Si el primer

Fijar una sede al principio no es el remedio: al fútbol español le van más los problemas que las soluciones

criterio es facilitar la asistencia de las aficiones, para minimizar costes y evitar horas de carretera, es mejor esperar a conocer el cartel de la final. El segundo inconvenie­nte es menos objetivo y exige conocer el tipo de país que es España, tierra de vinos y amistades: sólo se ofrecerían –y darían la lata– las sedes modestas y las ciudades pequeñas. Un año la Real Federación se vería obligada a honrar el centenario del Carlos Tartiere y otro el aniversari­o del paso del Atlético Tetuán por Primera División, epopeya de la que en este 2017 se cumplen 65 años.

La designació­n previa enrocaría aún más a los clubs grandes a no ceder su estadio. Sin Barça o Atlético en la final, el Real Madrid haría hoy gala de españolida­d, altruismo y buena lid para ofrecer el Santiago Bernabeu, en deferencia además al jefe del Estado. Similar alergia preventiva llevaría al Barça a no ceder la cama para una cita a ciegas...

Al fútbol español le van más los problemas que las soluciones.

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