La Vanguardia (1ª edición)

“Hay que aplaudir cuando alguien llora, cuando alguien siente”

Tengo 65 años. Barcelonés. Divorciado, dos hijas, dos nietos. Me he jubilado del hospital Universita­rio de Bellvitge. Trabajo en el Institut Dexeus y la clínica Tres Torres. La política se ha convertido en una profesión, pero debería hacerse en la calle,

- IMA SANCHÍS

Más de seis millones de españoles sufren dolor crónico. Sí, una de cada seis personas. Y, a diferencia del dolor agudo, el crónico no tiene una causa física.

¿No hay nada objetivo que lo produzca?

No, hasta ahora los médicos decíamos: “tiene cuento”, “es histérico”. Pero gracias a las neurocienc­ias hemos podido observar que la actividad cerebral de las personas con dolor crónico es idéntica a la del dolor agudo.

¿Por fin tienen permiso para quejarse?

Sí, y su fuente son factores emocionale­s. Al fin y al cabo las emociones son lo que nos gobierna, lo más importante de nuestro cerebro.

¿Por encima de la razón?

Muy por encima. La razón, decía Einstein, es la servidora de la emoción. Puede que hayas tenido un dolor agudo y que cuando desaparezc­a la lesión continúes teniéndolo.

¿Emoción y memoria están ligados?

Sí, por eso explicarle al paciente por qué le duele hará que se encuentre mejor, y a partir de ahí hay que ayudarle a cuidar sus emociones con movimiento, fisioterap­ia, caricias, masajes.

¿Caricias? La caricia es comunicaci­ón, y tiene un efecto clarísimo sobre el dolor. El contacto táctil es necesario en el animal. Si impides que la madre rata acaricie a sus crías, lo que hacen durante horas, las crías mueren.

¿Y qué ocurre con los humanos?

Hay estudios que demuestran que los bebés humanos que han tenido poco contacto con la madre tienen problemas en el aprendizaj­e.

¿El movimiento ayuda a paliar el dolor?

Sí, en la zona dolorida, porque es antiálgico. El neurocient­ífico Ramachandr­an, un sabio, ha ideado algo genial para las personas que tienen miembros fantasma.

Suelen doler.

Ramachandr­an engaña al cerebro: si al paciente le falta el brazo derecho, le pone un espejo frente al brazo izquierdo, le hace mover la mano mirando el espejo y el dolor se reduce.

El cerebro ve el brazo que le falta.

Exacto. La mayoría de los parapléjic­os tienen dolor en las piernas y ahora los someten a realidad virtual, se ven corriendo y mejoran. Rizzolatti, el neurólogo que desarrolló la idea de las neuronas espejo, demostró que sólo podemos entender algo si lo imaginamos, si lo reproducim­os en nuestra mente.

Complejo.

Cuando Messi chuta, los cuádriceps de los espectador­es se contraen en su cerebro. Cuando imagino el movimiento, neurológic­amente estoy haciendo el movimiento.

¿Por qué las mujeres padecen más dolor crónico que los hombres? La cultura tiene mucho que ver; por ejemplo, la religión católica imbuida de culpa, el dolor como castigo divino, es algo que, aunque seas agnóstico, está dentro de ti, y las mujeres en este sentido han sido más castigadas. Por eso es tan necesario que los médicos tengan tiempo para hablar con los pacientes y reflexiona­r sobre estos temas. Necesitamo­s emocionólo­gos.

Buen término. Es muy difícil vencer el dolor crónico con la medicina convencion­al, debemos afrontarlo desde otro punto de vista, más humanista y más cariñoso. Hay que ponerse en el lugar del paciente y respetarle.

¿La migraña es emocional? Los factores son emocionale­s y cognitivos con cambios físicos reales.

¿Y los dolores de espalda? Hemos prolongado nuestra esperanza de vida. Tenemos un cerebro y un estilo de vida joven en una estructura vieja, y eso crea desajuste.

¿Cómo evitar el dolor crónico? No distorsion­ando nuestras emociones. Frans De Waal se ha pasado años estudiando los bonobos, el animal más cercano al Homo sapiens. Tienen fantástica­s relaciones sociales: de entrada, en vez de macho alfa tienen abuela alfa.

Lo resuelven todo con la relación afectiva. Sí, táctil y sexual, se besan, se acarician, confían entre ellos, y no tienen conflictos.

¿Propone copiar su modelo? Habría menos hipertensi­ón arterial y dolores de cabeza. Estamos en un cambio de era y hay que vivir sin miedo a las emociones, clasificar­las, estudiarla­s. Abordarlas desde la ciencia.

Nos tocamos poco. Yo pedí oficialmen­te que se suprimiera­n las mesas de las consultas externas. Poder poner tu mano sobre la mano de un paciente es decirle “yo no soy un peligro para ti y te voy a ayudar”, y eso es magnífico contra el dolor crónico.

Hay que canalizar las emociones. Hay que aplaudir cuando alguien llora, cuando alguien siente. No debemos reprimir las emociones, porque estamos expresando nuestra verdadera esencia. Reprimirla­s es crearte problemas en tus redes neuronales.

Nos queda un largo camino. Los humanos, por ejemplo, tenemos la esclerótic­a blanca, que nos permite ver los movimiento­s oculares del otro, leerle y ponernos en su lugar. Es la forma más sofisticad­a de caricia. Hay que poner las emociones en el centro de nuestras investigac­iones, esta es la revolución.

¿Una revolución pendiente? Como no exijamos que los médicos de familia tengan más tiempo para hablar con sus pacientes con dolor crónico, los políticos no nos lo van a dar. Valoremos lo importante.

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ÀLEX GARCIA
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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