La Vanguardia (1ª edición)

La rueda del hámster

- Susana Quadrado

Seguro que el lector conoce a alguien –quizá usted mismo, yo misma– que de un tiempo a esta parte sueñe con emigrar a Australia harto como está de la cuestión catalana, de los silencios mesetarios y de la idea obsesiva de la independen­cia. (...) Hay días en los que dices política y te acuerdas del hámster que da vueltas sin parar sobre una rueda y en un perpetuo estado de ansiedad.

En los que dices política y lamentas cómo algunos medios de comunicaci­ón de Madrid han renunciado a representa­r esa idea de España de la que venimos los que no hemos nacido aquí: la de la tolerancia, el diálogo y la pluralidad.

En los que dices política y te acuerdas de las campañas institucio­nales y en medios públicos desde Catalunya para promociona­r un proceso político que, hasta que no se demuestre lo contrario votando, no concita una mayoría.

En los que dices política y piensas que allí no se ha perdido ni un minuto en intentar entender qué ocurre aquí, que es donde han nacido tus hijos.

En los que dices política y se presenta ese profesor que pide a sus alumnos de ESO que hablen del 1714 aunque sea en un trabajo sobre el sexo de los peces.

En los que dices política y te viene a la mente la imagen de ese banderón de la plaza Colón de Madrid, que tú descolgarí­as, o del otro banderón del Born de Barcelona, que también descolgarí­as.

En los que dices política y no dejas de ver exhibicion­es, políticas, en la calle, y respuestas vacías, en el plasma. En los que dices política y parafrasea­s

El extranjero de Camus: detrás de la palabra patria siempre viene un ejército a romper la armonía del día.

En los que dices política y recuerdas lo que dijo Joan Fuster acerca de la inercia del desacuerdo: “Quan dues persones es posen d’acord, segur que hi ha hagut un malentès”.

En los que dices política y te duele la gramática por cómo se utiliza en las tribunas públicas, donde se apropian del “nosotros” para ponerlo a pelear con otro pronombre: “los otros”.

En los que dices política y compruebas que el verbo sumar ha perdido sentido.

En los que dices política y te quedas sola pensando que lo difícil no es vivir juntos siendo iguales o vivir separados siendo diferentes, sino vivir juntos siendo diferentes.

En los que dices política y sólo observas cómo se fomenta el desprecio.

En los que dices política y sientes cómo, más allá de discursos preñados de épica, el ciudadano y sus problemas carecen de atractivo o resultan invisibles.

En los que dices política y piensas que nadie, ni aquí ni allí, tiene ningún interés en resolver el problema porque, en definitiva, los extremos se retroalime­ntan. La rueda del hámster. Seguro que el lector conoce a alguien –quizá usted mismo, yo misma– que está agotado de que haya tantos días así.

Quizá el lector conozca a alguien que esté harto de la cuestión catalana y sueñe con emigrar a Australia

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