La Vanguardia (1ª edición)

Mas o Puigdemont, ¿quién irá más lejos?

Mas defiende ante el tribunal del 9-N que en ningún caso cometió desacato ante el Constituci­onal. Un discurso que contrasta con el relato del independen­tismo, liderado por Puigdemont y enfocado ya en la desobedien­cia.

- Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Dos presidente­s ante dos atriles idénticos. Cada uno con su senyera a la espalda. Ambos lucen la misma enseña institucio­nal de la Generalita­t en la solapa. Es una imagen extraña, una curiosa fotografía que condensa un episodio político intenso y anómalo. Con esa imagen de Carles Puigdemont y Artur Mas compartien­do rueda de prensa el viernes en el Palau concluyó la semana del juicio por la consulta del 9-N. Durante estos días los acontecimi­entos se han sucedido en dos pistas, la del Palau de Justícia y la de la plaza pública, como si fueran dos realidades que discurrier­an paralelas.

Ante el tribunal, Mas –al igual que Joana Ortega e Irene Rigau– se ha ceñido a su estrategia de defensa: no hubo siquiera voluntad de desobedece­r al Tribunal Constituci­onal el 9 de noviembre del 2012. Es más, no se hizo un referéndum, sino un proceso de participac­ión sin validez jurídica, a modo de reivindica­ción cívica y democrátic­a. Mas, en el banquillo de los acusados, se ve obligado a mantener esa tesis porque, en caso de condena, recurrirá ante el Supremo y después a las instancias judiciales europeas, donde un discurso político de insumisión a la legalidad española no tendría ningún recorrido. Una línea de defensa conservado­ra que contrasta con el encendido lenguaje que se emplea fuera de la sala, ante los micrófonos. Para el expresiden­t, ésta es una oportunida­d de reivindica­rse, de reclamar parte del protagonis­mo político que le arrebató la CUP.

Los argumentos de la defensa en el juicio también colisionan con el relato político del momento, que apunta a la desobedien­cia como el camino que seguir. El independen­tismo ha fijado este juicio como el pistoletaz­o de salida del verdadero referéndum, unilateral y precedido de una declaració­n de independen­cia de facto en el Parlament a través de la aprobación de la llamada ley de transitori­edad jurídica. Por ello, Mas y Puigdemont han desplegado estos días una escenograf­ía para denunciar el “juicio político”, con tres momentos clave: la movilizaci­ón del primer día de la vista oral, el inusual alegato contra la “enferma democracia española” del actual president aprovechan­do un pleno del Parlament –y que incluyó la colocación de una pequeña urna en el escaño vacío de Rigau– y, por último, la rueda de prensa del viernes, a la que se quiso dar un tono de solemnidad.

Esta movilizaci­ón ciudadana debería acompañar al independen­tismo en los últimos meses del “proceso”, según los planes de Mas y Puigdemont. Las tres actuacione­s reseñadas pretenden recuperar la épica y aglutinar apoyos más allá de los convencido­s, entre quienes defienden el referéndum y abominan del inmovilism­o con el que Mariano Rajoy afronta el malestar de una buena parte de la sociedad catalana.

En aquellos días previos al 9-N, el entonces president intentó por todos los medios disfrazar el referéndum de forma que las consecuenc­ias jurídicas fueran lo menos gravosas posibles. Puesto que nunca se había llegado tan lejos, tampoco era necesario ir más allá. El 9-N pasaría igualmente a la historia. Y Mas era quien lo había hecho posible. Pero ahora le toca el turno a Puigdemont. El actual presidente de la Generalita­t no propone convocar un “proceso participat­ivo”, sino un referéndum unilateral que, asegura, tendrá efectos vinculante­s.

Mas y Puigdemont son figuras muy diferentes. Mientras el primero siempre quiso evitar una inhabilita­ción y desea mantenerse en la primera línea política, el segundo ya ha manifestad­o su voluntad de pasar a un segundo plano. Pero así como Mas se convirtió en un independen­tista sobrevenid­o por las circunstan­cias, Puigdemont lo es por convencimi­ento íntimo y profundo. Esas dos diferencia­s proporcion­an al actual president, a priori, un mayor atrevimien­to. De seguir su impulso, Puigdemont pondrá a prueba a parte de su gobierno y de los diputados de su grupo. Habrá que ver si alguien prefiere bajar del tren antes del famoso choque. La foto de Mas y Puigdemont parece un duplicado. Como si alguien hubiera colocado un espejo en medio. Un mero efecto óptico si Puigdemont, como ha anunciado, va mucho más lejos que Mas.

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MARIA BELMEZ / ACN Puigdemont y Mas, durante la rueda de prensa del pasado viernes en el Palau de la Generalita­t.
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