“Dios entra por las heridas”
Òscar Bernaus hace votos temporales como capuchino en el convento de Arenys de Mar
Yo era un bon vivant. Viví la vida a lo grande, no me privaba de nada. Ganaba dinero y gastaba mucho. Viajes, ópera, conciertos, restaurantes, comer bien, encontrarme con amigos, salir, una vida que entendía como plena”. Esta es la carta de presentación de Òscar Bernaus. A sus 40 años, el viernes 3 de febrero dio un primer sí a la vida religiosa haciendo los votos temporales como capuchino en el convento de Arenys de Mar.
Una vida plena que era pura apariencia, pero que Òscar ha descubierto después de un largo periodo de discernimiento. En plena adolescencia se rebeló contra el cristianismo y abrazó el budismo. “Había cosas del cristianismo que no me cuadraban”, confiesa. Incluso montó un templo budista en la buhardilla de su casa, en Castelldans: “¡Mis padres pensaban que estaba loco!”. Ya en la universidad, hace algunas visitas al monasterio de Poblet. Allí decide dar una oportunidad al cristianismo. “Quería ser seguidor de Jesús”. Se zambulle en la pastoral universitaria y participa en exceso de plegarias, catequesis, charlas y actos. “Tanto exceso pastoral era una huida de mí mismo”.
Decide visitar Berlín durante dos semanas. Cambio de planes, acaba quedándose once años. Necesitaba un lugar donde empezar de cero, buscarse la vida y “vivirla”. Descubre el amor y el desamor, “los amores”. También encuentra vida cultural, vida nocturna y placeres. Un trabajo. Y empiezan los ataques de pánico. Su último año en Leipzig está lleno de congresos, ponencias, viajes, “mucho estrés, una vida desordenada”. Tiene que parar y busca hacer retiro antes de irse de vacaciones a Menorca, como cada año. Le recomiendan el convento de Arenys de Mar de los capuchinos, donde tienen una hospedería. “Fue un cambio de la noche a la mañana, una explosión de luz, un Jesús entra en tu vida”. Òscar lo recuerda con emoción contenida. “El Espíritu Santo actúa, me ha conducido incluso cuando iba más perdido, estaba a mi lado, pensaba que estaba muy alejado de Dios y no”. Era el año 2014.
Confiesa que fue un momento conmovedor, “de un gozo inmenso”, de descubrimiento con Jesús. ¿Cómo vino? “Descubro una cosa tan bonita como la vida de los frailes”. Reconoce que la mirada de Jesús ilumina el corazón, pero ves “un corazón enfermo, herido, lleno de rendijas, Dios entra por las rendijas, por las heridas, y las cura”. Al mismo tiempo, es consciente de que no todo es regocijo en la opción de vida que ha escogido. “Dios a mí me ha roto las cadenas, pero San Pablo ya decía que muy fácilmente nos volvemos a ligar al mundo. El mundo atrae, pero las tentaciones están dentro, no fuera”.
Ahora, después de los primeros votos temporales, empieza como capuchino la vida en comunidad. En un lugar donde queda desarmado “de todas las máscaras”. Un lugar donde Jesús “puede trabajarme, si me dejo, y eso pasa por los hermanos”. Después de años de angustia confiesa que es feliz. “Me siento donde quiero estar, y el lugar son los frailes, los compañeros de camino”. Jesús les ha reunido, de edades, procedencias y formación cultural diferentes. Entre nosotros está Jesús y se deja encontrar, cuando tú te avienes. Es una lucha, un combate, no es fácil, pero es un combate jubiloso, donde espero perder yo para que gane Jesús”.
Òscar confiesa que ganar dinero y pasarlo bien, lo que entendía como vida llena, era apariencia