En busca de la tierra perdida
Fiel a su idiosincrasia pero también obligados por la a menudo sangrienta agitación imperante en su hogar sahariano, la referencial banda tuareg actúa, compone y graba de forma cambiante, según las circunstancias, pero siempre marcadas por la sensación de la tierra perdida. En esta ocasión registraron en gran parte esta pequeña maravilla en California. Curiosamente en un lugar de connotaciones familiares para el aficionado rockero y, muy especialmente, para el de U2, como es el parque nacional de Joshua Tree, y otra parte en un oasis en el Marruecos meridional. Apropiada dicotomía que refleja el contenido del álbum.
Una ambivalencia que, pasados los años, se ha acabado convirtiendo en una de las inconfundibles señas de identidad sonoras y vitales de la formación. Las once composiciones que dan vida al álbum ofrecen un abanico que muestra la amplitud de la oferta: el tema de arranque, Tiwàyyen, con su marejada de punzadas guitarreras de pulsión psy, lleva la memoria y el sentido a los inicios del grupo, cuando emergió como insólita banda rockera sahariana; el choque con la realidad del grupo y su entorno queda patente en Ténéré Tàqqàl, un lamento convincente del saqueo en todos los sentidos de su hogar, su tierra; o sus emotivos blues, como Nànnuflày, una pequeña maravilla ventosa, abrasiva, sobre la inmensidad y el vacío del desierto. Con las notables colaboraciones además de Mark Lanegan y Kurt Vile, en Elwan la banda ha conseguido quizás como nunca recoger en el estudio el fascinante trance de sus directos.