¿Qué pasó en Suecia?
El presidente Trump alude en su mitin a un incidente inexistente en el país escandinavo para rechazar refugiados
La Administración de Trump está bajo el efecto Valdivieso. “¿Suecia?, ¿ataque terrorista?, ¿qué se ha estado fumando?”, se preguntó ayer el ex primer ministro sueco Carl Bildt en Twitter.
El mensaje iba dirigido al presidente de Estados Unidos. Tras un mes de contención en la Casa Blanca, Donald Trump se fue el sábado a Melbourne (Florida) a darse un baño de masas. Su ego andaba herido por las descalificaciones a su caótica gestión.
Como si siguiera en campaña, atacó a los jueces que frenan su orden contra los musulmanes. Pero insistió a su fieles admiradores en su oposición a la entrada de refugiados. “Mirad lo que está pasando en Alemania, mirad qué pasó la pasada noche en Suecia. Suecia, ¿quién se lo creería? ¡Suecia!”, proclamó. En su arrebato, lo único que aclaró es que Suecia “ha acogido a un gran número (de refugiados) y tienen problemas como jamás se imaginaron”.
Pese a que no aludió a un atentado, el contexto era más que evidente. A continuación citó Bruselas, Niza y París. A los suecos les ha sorprendido el uso de su nombre en vano. No les consta, como indicaron en las redes sociales, entre el sarcasmo, la burla o la indignación, que la noche del viernes sucediera nada especial.
Aquí surge el llamado efecto Valdivieso. El desaparecido Miguel Ángel Valdivieso, además de ser la voz de Woody Allen (y muchos más), ejerció de pionero en la radio y en la tele. Confesó en una entrevista que, al retransmitir partidos de fútbol, en una época en blanco y negro y sin nombres en las camisetas, se los inventaban. Jugaba el Estrella Roja de Belgrado y la cosa, según el efecto Valdivieso, sonaría más o menos así: “Mesic se la pasa a Iniestivic y remata Neimovic”.
Trump, al que aplauden los mismos que criticaban el caudillismo de Hugo Chávez –la prensa no oficial decía mentiras o los jueces se metían donde no les correspondía–, se permite calificar de “enemigos de América” a los medios que no le adulan, aunque a él le da igual ocho que ochenta.
“Gané las elecciones como nunca desde Reagan, en 306 colegios electorales”, alardeó el pasado jueves en su catártica rueda de prensa. Además de que oficialmente recibió 304 votos, Peter Alexander, de la NBC, le corrigió, Obama, Bush padre y Clinton le superaron. Replicó que “es la información que me han dado”.
Tal vez se la suministró su asesora Kellyanne Conway, que, para reforzar la necesidad de una directiva de tono islamófobo, se refirió a “la masacre de Bowling Green”. Conway afeó a los periodistas su escasa cobertura de esta matanza en Kentucky. El problema, más o menos como en Suecia el viernes, es que nunca existió.
En el discurso triunfal de Melbourne –“el Gobierno funciona bien”– no apareció el nombre de Michael Flynn, el consejero de Seguridad Nacional que le duró 23 días por sus mentiras sobre sus contactos con el embajador ruso. Su portavoz, Sean Spicer, sí explicó que ayer entrevistaría en Mara-Lago a tres militares –H.R. McMaster, Robert Caslen y Keith Kellogg– y al diplomático John Bolton a fin de hallar su sustituto, una vez que Robert Harward, el preferido, rechazó el cargo.
Trump se corrigió anoche. No había atentado. Sólo se refería a un programa de la Fox dedicado “a la preocupación en Suecia por los inmigrantes”. Tal cual. Pero no respondió al tuit del ex primer ministro Bildt. En eso, Trump se hizo el sueco.
“¿Ataque terrorista?, ¿qué se ha estado fumando?”, replica a Trump el ex primer ministro sueco Bildt