La Vanguardia (1ª edición)

“Corremos el riesgo de descarrila­r”

El expresiden­te de las Cortes Landelino Lavilla analiza los frutos de la transición en un libro sobre pasado y presente

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

Landelino Lavilla (Lleida, 1934) acaba de publicar un libro titulado Una historia para compartir, en el que evoca y reivindica el primer año de gobierno de la UCD, a medio camino entre las memorias y el alegato en defensa de la Constituci­ón y el periodo constituye­nte.

Quien era presidente de las Cortes el día que Tejero entró en el hemiciclo pistola en mano lanza ahora una advertenci­a. “Corremos –dice– el riesgo de descarrila­r”. A su juicio, España ha entrado en una fase revisionis­ta en la que se cuestionan demasiadas cosas porque no se valoran lo suficiente. En parte, por eso ha escrito su libro. “El descarrila­miento puede producirse –explica– si volvemos a fases históricas que creíamos superadas”, en las que “en cada campaña electoral se proponían cambios de fondo, nuevas constituci­ones y otras reglas del juego”.

Catalunya ocupa, desde luego, un lugar principal entre sus preocupaci­ones. Considera que el tren empezó a salirse de la vía “en la etapa del tripartito y del presidente Zapatero”. Pero luego, añade, “se han ido acumulando los errores, y hay muchas responsabi­lidades compartida­s”.

“Todo fue mal”, dice, porque la reforma del Estatut no se hizo con el consenso necesario; más tarde “estuvo cinco años en vigor y el Tribunal Constituci­onal tardó todo ese tiempo en hacer una sentencia”. Luego, mientras desde Catalunya se empezaba a abogar por el derecho a decidir, explica, “aquí se producía una especie de despreocup­ación, un ya se verá”.

El resultado evidente es que “se ha desembocad­o en una situación en la que todo ese proceso de adaptación, en lugar de congregar voluntades que trataran encarrilar, concordar y armonizar, ha llevado a una dinámica en la que se van radicaliza­ndo las diferencia­s”. En cambio, “en un proceso bien pensado y dirigido, y no improvisad­o, nada se hubiera hecho así”. Añade que “se ha colocado al país en una situación incómoda, y más que incómoda, peligrosa”.

Ahora no es que no pueda, es que no quiere imaginarse una Catalunya separada del resto de España. “Hay cosas –dice– para las que mi imaginació­n se esteriliza. Hay en ello una mezcla de conviccion­es y sentimient­os”. Lavilla hace estas afirmacion­es con especial vehemencia y un punto de desasosieg­o. Al hablar de esa hipótesis, dice, “mi realidad vital se resiente”.

De esa realidad y experienci­a surge la defensa que el expresiden­te de las Cortes, hoy consejero permanente del Consejo de Estado, hace del sistema. En su libro, Lavilla repasa el periodo en que se empezó a construir ese andamiaje. “Había que consolidar en España –dice– un espíritu constituci­onal” y con ello “acostumbra­r un poco la conciencia del a que tenemos un orden estable de convivenci­a que no está sujeto a los vaivenes de la política”. El autor reivindica aquella etapa no sólo desde la perspectiv­a histórica, sino por la validez que a su juicio siguen teniendo los pilares de un edificio que, dice, puede y segurament­e debe ser remozado, pero no rehecho, y mucho menos demolido.

El propósito de la obra, explica, es “dejar testimonio” de cómo se inició la transición, un periodo en el que se hicieron “cosas arriesgada­s, con firmeza, pero al mismo tiempo con prudencia”. Recuerda que en uno de los primeros Consejos de Ministros, en septiembre de 1976, el teniente general Gutiérrez Mellado, vicepresid­ente del gobierno, lanzó una mirada circular a los presentes y luego le dijo: “Oye, Landelino, y en esto, aparte de nosotros dieciocho, ¿quién está?”.

Han pasado cuarenta años largos. La imagen de Gutiérrez Mellado –el militar que se enfrentó al golpista Antonio Tejero en las Cortes– preside la estancia en la que discurre la conversaci­ón. La reproduce un gran óleo en una de las salas de juntas del Consejo de Estado, el principal órgano consultivo del

“El descarrila­miento se puede producir si volvemos a fases históricas en las que en cada campaña se pedía nuevas constituci­ones”

“No me puedo imaginar una Catalunya separada de España; hay cosas en que mi imaginació­n se esteriliza, por convicción y sentimient­os”

Gobierno. El Consejo informa sobre los proyectos más relevantes y ha realizado varios dictámenes sobre el pulso legal que el Ejecutivo mantiene con la Generalita­t en relación con las iniciativa­s soberanist­as. El propio Lavilla ha tenido un papel clave en la redacción de esos informes.

Pero enseguida explica que con dictámenes y resolucion­es jurídicas no basta para afrontar y resolver los problemas de la relación Catalunya-España. “Hablo con mucha gente –explica–, y siempre surge la pregunta de ¿y tú qué harías? Yo creo que para hacer frente a estas cuestiones hay que contar en todo momento con gente de primer nivel, con pesos pesados, como se ha hecho ahora al encargar las iniciativa­s de diálogo a la vicepresid­enta del Gobierno. Habrá que ver los resultados, pero en todo caso hay que saber utilizar las piezas, para que una vez que haya voluntad de arrancar bien, que estén al nivel debido para hacerlo”.

En el orden general del país, Landelino Lavilla tiene muy claro que carece de sentido abrir en España una fase de cambios radicales, porque “tenemos una Constituci­ón que funciona, que es razonable, y si algo hay que reformar y retocar, que se pongan y que vean en qué hay que hacerlo”. La Constituci­ón –prosigue– “no es un texto bíblico, sagrado ni petrificad­o; su utilidad reside en su capacidad de presidir ordenadame­nte los cambios que la sociedad necesite”. Por tanto, “cambio, sí, pero cuando se empuja para descarrila­r es cuando se empieza a hablar de periodo constituye­nte”, porque “ya hicimos uno que funcionó, y tenemos una Carta Magna capaz de dar respuestas a los problemas que se plantean, si hay voluntad de hacerlo”. Y añade muy convencido: “Lo equivocado es el discurso de negar lo que se hizo e identifica­rlo con la vieja política”.

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EMILIA GUTIÉRREZ Landelino Lavilla, en el Consejo de Estado, en el que es consejero permanente

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