La Vanguardia (1ª edición)

Salva Kiir

PRESIDENTE DE SUDÁN DEL SUR

- XAVIER ALDEKOA Banjul. Correspons­al

Sudán del Sur ha declarado la hambruna, con cien mil personas en riesgo de inanición. En la guerra civil que enfrenta a los partidario­s del Gobierno dinka con los rebeldes nuer, matar de hambre a la etnia rival es un arma más.

El pasado verano, el doctor Rakesh Sivatsura alzaba la voz para hacerse oír entre el llanto de los niños. Alrededor del médico indio, una decena de cuerpecill­os con la mirada perdida y las costillas marcadas se consumía en un hospital de campaña de un campo de desplazado­s en Yuba, la capital de Sudán del Sur. El doctor Sivatsura llevaba varios años en el país y no era la primera vez que veía un panorama similar, pero aquella mañana chasqueaba los labios de impotencia. “La situación ya es extrema –decía entonces– pero aún no hemos visto lo peor”. Como la guerra impedía a la gente cultivar sus campos, era cuestión de tiempo que se acabara la poca comida que quedaba en las despensas.

Sólo seis meses después, se han cumplido los peores augurios del doctor: ya estamos en lo peor. El Gobierno sursudanés y tres agencias de las Naciones Unidas declararon ayer la hambruna en varias regiones del país. Hasta 100.000 personas están en riesgo de inanición y 4,9 millones –más del 40% de la población– necesitan ayuda urgente. Si no se actúa rápido, el próximo verano ya serán 5,5 millones de estómagos hambriento­s. Y esas cifras, como subrayaba el comunicado, son las de los vivos: “Una declaració­n de hambruna significa que la población ya ha empezado a morir de hambre”.

Aunque la hambruna afecta actualment­e al estado de Unity (norte), la guerra desatada en Sudán del Sur desde finales del 2013, apenas dos años después de su independen­cia de Sudán, ha dejado a la población de todo el territorio en una situación de extrema fragilidad. Familias enteras se ven obligadas a hervir hojas o hierba como único alimento para sobrevivir. “La situación es la peor catástrofe de este tipo desde que comenzaron los enfrentami­entos hace más de tres años”, señalaba el comunicado de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Joyce Luma, directora del PMA, dio en la clave al describir lo que ocurre en Sudán del Sur. “Esta hambruna ha sido provocada por el hombre”, dijo. En un estado de paz, nadie debería morir de hambre en un país fértil y atravesado por el río Nilo, pero el conflicto ha dejado sin salida a la población. La lucha por el poder del

Cien mil personas están en riesgo de inanición y 4,9 millones precisan ayuda urgente

Gobierno dinka, encabezado por el presidente Salva Kiir, y los rebeldes nuer, con el ex vicepresid­ente Riak Machar al frente, ha derivado en un conflicto múltiple, con varias etnias y milicias implicadas. En la situación actual de caos y violencia, matar de hambre a la etnia rival es un arma de guerra más: en los últimos meses se han producido varios robos de despensas humanitari­as y grupos armados han impedido el acceso a los campos a las etnias enemigas. El ataque a cooperante­s también ha sido una constante. Ayer las tres agencias reclamaron un acceso sin restriccio­nes a las poblacione­s afectadas y así poder evitar la catástrofe humanitari­a.

Para Jeremy Hopkins, representa­nte de Unicef en Sudán del Sur, el futuro del país depende de ello. “Más de un millón de niños sufren malnutrici­ón aguda en todo Sudán del Sur, y más de un cuarto de millón de ellos ya están gravemente desnutrido­s. Si no llegamos a ellos con ayuda urgente, muchos morirán”.

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SIEGFRIED MODOLA / REUTERS Mujeres haciendo cola en una clínica de Unicef en Sudán del Sur

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