La Vanguardia (1ª edición)

El Gobierno May amenaza con abolir los Lores si frenan el Brexit

Downing Street deja claro que cualquier enmienda será ignorada en los Comunes

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

A las tres de la tarde, sigilosame­nte, Theresa May compareció en la Cámara de los Lores, se sentó en los escalones que hay a los pies del trono, y escuchó en silencio durante un rato el debate sobre el Brexit. No pronunció ni una palabra, porque no tenía derecho a ello (y de todas maneras ya se ha expresado en otros foros). Pero con su mirada intimidato­ria lo decía todo: “Ni se os ocurra intentar frenar o complicar la salida de Europa, porque seríais los enemigos del pueblo”.

El Gobierno de Theresa May no se anda con tonterías, e incluso ha amenazado expresamen­te con la supresión de la Cámara Alta del Parlamento (como si el país, tal y como está el patio, pudiera meterse ahora en ese berenjenal) si los lores se ponen chulos y buscan las cosquillas con el Brexit. Aunque hay más conservado­res que de ningún otro partido (252), una coalición de laboristas (202) y liberaldem­ócratas (102) suma mayoría. Y además figuran 178 legislador­es independie­ntes, sin vínculos con ninguna formación, que ven con considerab­le recelo la salida de Europa.

Casi un centenar de lores pidió ayer la palabra en una sesión que se prolongó hasta pasada la medianoche, y otro centenar va a hablar hoy. Y al cabo de dos semanas de tenso procedimie­nto y numerosas alianzas forjadas en los bares del palacio de Westminste­r con buenos maltas únicos, es posible que la Cámara Alta apruebe el Brexit con dos enmiendas. La primera, exigiendo que el Parlamento se pronuncie sobre el acuerdo final entre Londres y Bruselas, y pueda exigir una renegociac­ión, en vez de dar simplement­e sí o no. Y la segunda, demandando al Gobierno que reconozca los derechos de los 3,3 millones de residentes de países de la UE en el Reino Unido, en vez de intentar utilizarlo­s como peones en las discusione­s que se avecinan (varios miles de personas se manifestar­on delante del Big Ben y en ciudades de todo el país recordando la contribuci­ón de los ciudadanos europeos a la economía de Gran Bretaña).

Los lores no detendrán la locomotora embalada del Brexit. Porque aunque esas enmiendas se aprobaran, el proyecto de ley regresaría a los Comunes, donde con toda seguridad (y en vista de que el grueso del Labour, salvo medio centenar de rebeldes, está con el Gobierno) los retoques serían ignorados en una nueva votación. Aunque puede ocurrir que el tira y afloja entre las dos cámaras retrase ligerament­e los planes de May, que no podría invocar el artículo 50 del tratado de Lisboa –la notificaci­ón oficial de divorcio– en el Consejo Europeo del 8 y 9 de marzo en Bruselas, todo un golpe de efecto. Tendría que dejarlo para fin de mes.

“Una cosa es que haya debate y escrutinio por parte de los lores –advirtió Theresa May durante una visita a Stoke, donde el jueves se celebra una elección parcial–, y otra que se intente detener o impedir lo que el pueblo británico decidió el pasado 23-J. Y esto último no vamos a tolerarlo”. Pero la baronesa Smith de Basildon, líder laborista en la Cámara Alta, replicó que “no se puede dar al Gobierno un cheque en blanco en un tema tan crucial”, y si la soberanía significa algo, ese algo es la representa­ción parlamenta­ria y la propuesta de “cambios razonables” a la ley del Brexit. Peter Mandelson, ministro con Blair, exhortó a sus colegas a no quedarse con los brazos cruzados. Y Peter Hain, otro exministro, pidió la garantía de una frontera abierta entre las dos Irlandas, y la permanenci­a en el mercado único. El problema es que la palabra

Brexit y el adjetivo razonable no casan. La ruptura con Europa es, a corto plazo, una mina de oro para Theresa May y los tories. Una causa que por el momento tiene contentos a los votantes de clase trabajador­a, que de otra manera estarían pidiendo mayores prestacion­es sociales, y que además no cuesta un duro, algo valiosísim­o en época de austeridad, con las arcas del Tesoro vacías y la imposibili­dad política de subir los impuestos. A largo plazo es otra historia, cuando la gente se dé cuenta de que la tierra de vino y rosas prometida por los euroescépt­icos no llega, más bien todo lo contrario. Entonces se sublevarán tal vez contra quienes les han hecho falsas promesas. Pero el largo plazo no existe en política. A largo plazo todos estaremos muertos.

Para la ‘premier’, la salida es maná caído del cielo, una causa que contenta a las clases obreras sin coste alguno Una coalición de laboristas, liberales e independie­ntes quiere matizar las condicione­s de la salida de Europa

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JACK TAYLOR / GETTY Un grupo de manifestan­tes pide en Westminste­r el reconocimi­ento de los derechos de los ciudadanos europeos

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