Profecía imperfecta
Mientras la máquina del tren avanza, de una y otra parte, en busca de una colisión política, a los ciudadanos les cuesta decidir cuáles son sus vagones y reconocer a sus intrépidos conductores. El siempre estimulado Nicolas Sarkozy tenía una divisa que bien podría definir el momento político al que estamos asistiendo: “Siempre a fondo y cuando está bien a fondo, acelera”. Tanto el Gobierno español como el catalán exigen saber el punto exacto en el que ambas maquinarias chocarán para convocar al público y que nadie, ni los más escépticos, tengan la mínima duda de que el viaje no ha sido un sueño sino una realidad. Es frecuente decir que los hombres modernos tienen demasiado sentido común para creer en la fatalidad, en una fuerza inexorable que decide por nosotros. Sin embargo, en el conflicto entre Catalunya y España es fácil caer en el desánimo y pensar que nada se puede hacer salvo esperar lo inevitable.
Hace unos días, un buen y perspicaz amigo me planteó un reto: imaginar cuáles pueden ser los puntos de encuentro. Un reto que debería convertirse en imperativo para la política del “nada se puede hacer” y obligatorio para los entusiastas de colisiones y tormentas perfectas. Se trataría de ser capaces de hacer examen de conciencia sobre lo hecho y, a la vez, dar impulso para acometer nuevas formas de afrontar el problema y enfocar las soluciones. ¿Cuáles son esos posibles puntos de encuentro? La respuesta no la encontraremos en aquellos asuntos que nos alejan de una posible solución y nos llevan a una segura impotencia creativa. Los puntos de encuentro, o al menos algunos de ellos, son: restablecer el respeto entre las partes, admitir que las diferencias insalvables no anulan otras vías de entendimiento, caminar en la dirección de dotar de un autogobierno económico a Catalunya, afrontar el reconocimiento de la identidad catalana como factor de suma y no de resta, e impulsar la reforma de España para fijar las bases de desarrollo que garanticen una evolución política constante de las instituciones basadas en la colaboración y no afectadas por una desmedida competencia. La primera intención que se consigue al formular la pregunta sobre cuáles pueden ser los puntos de encuentro es eliminar de cuajo la profecía que proclama que el choque de trenes es inevitable y necesario.