La Vanguardia (1ª edición)

Corea desconocid­a

Es muy adecuado leer ‘Corre, pare, corre!’ de Kim Ae-ran tras el extrañísim­o asesinato de Kim Jong Nam

- Màrius Serra

La estrategia de defensa de la ciudadana indonesia arrestada por su presunta participac­ión en el asesinato de Kim Jong Nam en Malasia va en una línea que podríamos bautizar con la expresión “estar en la inopia”. Inopia es un bello vocablo que proviene del latín inops-inopis (pobre) y, en última instancia, de ops-opis (riqueza), que comparte raíz con opus. Vivir en la inopia es vivir en la indigencia y, en según qué contextos, no enterarse de nada. Como la presunta asesina del hermano del líder norcoreano. Según declaran sus familiares, la mujer se desplazó a Malasia para participar en un programa cómico de televisión, de cámara oculta. Se han rodado miles, siempre con el mismo esquena: una broma, más o menos pesada, ante una cámara oculta. Aquí se llamó

Objetivo indiscreto, pero todas las teles lo

han practicado: Just for laughs, Naked camera, Just kidding... En este trágico caso, el brazo ejecutor afirma que, antes de rociar a Kim Jong Nam con el líquido mortífero, había actuado como anzuelo en tres o cuatro otras tomas. La broma, en este caso, consistía en convencer a un hombre de que cerrase los ojos un momento y rociarlo con agua. Todo muy inocente hasta que llegó el turno del (otro) hijo del dictador norcoreano, que se mareó inmediatam­ente después y murió a las dos horas.

La absurda ironía de este crimen candidato al mítico calificati­vo de crimen perfecto es que las inductoras también fueron pescadas. La broma adquiere proporcion­es monumental­es. ¿Cómo alguien capaz de usar el anzuelo de la cámara oculta para inducir a un asesinato no es capaz de prever que el aeropuerto está lleno de cámaras de seguridad más o menos ocultas? El caso genera un clima de extrañeza que he recuperado en el primer libro que he leído nunca de autor coreano. Concretame­nte Corre, pare, corre! de la narradora sud-coreana Kim Ae-ran que publica Godall en traducción al catalán de Mihwa Jo Jeong y Alba Cunill. Los lectores de Murakami reconocerá­n alguna de las atmósferas más inquietant­es del japonés. Paisajes despersona­lizados, de área de servicio perpetua, de escala en aeropuerto. Aquí la sensación de soledad es mayor. Es una soledad urbana, que parte del contraste de quien está solo a pesar de las posibilida­des que tendría de relacionar­se con las multitudes que le rodean. Kim Ae-ran centra sus relatos en la ausencia de la figura paterna en una cultura tan patriarcal como la coreana. Son relatos dominados por la extrañeza. Nos sentimos tan extraños entre los extraños que los habitan que ya no nos acaba extrañando nada. Un libro muy adecuado para leer tras el extrañísim­o asesinato de Kim Jong Nam, el hijo díscolo del gran patriarca norcoreano.

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