La Vanguardia (1ª edición)

El desastre de Obama

- Miguel Ángel Aguilar

Contaba Carlos Luis Álvarez, Cándido, que recién llegado a la redacción del diario Abc su director, Luis Calvo, le encomendó que se ocupara de corregir los textos del jefe de la sección de sucesos, que atendía por el nombre de Carlos Carpentier. Un día le vino con un fajo de cuartillas con el título “Muere al caer a un pozo de doce metros de altura”. Será de profundida­d, objetó Cándido. Pero Carpentier aducía que él siempre escribía desde el punto de vista del muerto.

Sobre la profundida­d o altura del pozo hemos oído hablar con insistenci­a reiterada al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a partir de su investidur­a por mayoría absoluta el 20 de diciembre del 2011. La enumeració­n de sus propios éxitos empezaba siempre por elevar la altura el pozo en el que encontró sumida a España y del que con la fuerza de Popeye supo sacarla sin pedir rescate alguno a la Unión Europea.

Este proceder de denigrar al predecesor siempre pareció un recurso penoso, fuera de lugar en los países de nuestro entorno, donde quien llega al poder se abstiene de emprenderl­a con aquel a quien ha sucedido y cada gobierno se subroga la gestión del anterior sin críticas que dañan la credibilid­ad del país en su conjunto y generan incertidum­bre.

Ahora el que ha emprendido esa senda es Donald Trump, afirmando que había heredado de Obama un país en absoluto desastre. Seguro que insistirá cada vez más en ahondar la profundida­d del pozo. Pero sabemos que el desastre, el caos, es él. Como ha escrito Edward Luce en el Financial Times en su columna de ayer lunes, titulada “Trump y el asedio de Washington”, algo que no puede ir adelante debe detenerse. Y bastaría proyectar sus cuatro primeras semanas a los próximos cuatro años para entender que América no resistiría a Donald durante un plazo tan dilatado.

El daño irreparabl­e infligido por el nuevo presidente afecta a la credibilid­ad, sin la cual nada es posible ni en la banca, ni en la prensa, ni en la política. Ni los socios, ni los aliados, ni sus propios servicios de inteligenc­ia le consideran fiable. Trump está violando la Constituci­ón como ha demostrado David Cole en su ensayo de The New York Review of Books y debería ser desalojado cuanto antes de la Casa Blanca.

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