La Vanguardia (1ª edición)

El Espíritu Santo

- Josep Maria Ruiz Simon

El presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont, respondió en Narbona una pregunta sobre si había recibido alguna propuesta por parte del Gobierno español. “Esta propuesta que dicen que hacen –dijo– es como el Espíritu Santo: todo el mundo habla de ella, pero nadie la ha visto”. El hecho de que estas declaracio­nes no hayan sido interpreta­das igual por todo el mundo ha provocado algunas exclamacio­nes. Quienes se han exclamado parecen asumir que, dada su querencia por el humorismo y las comedias, el presidente estaba hablando a la manera de Enrique Jardiel Poncela. El autor de Los ladrones somos gente honrada dejó escrito que “la amistad, como el diluvio universal, es un fenómeno del que todo el mundo habla, pero que nadie ha visto con sus ojos”. Y, por medio de esta frase, Jardiel quería expresar con ingenio su escepticis­mo inequívoco en relación con la existencia real de la amistad más allá de las palabras.

Pero hay que remarcar que vivimos en un país de una sólida tradición católica muy sedimentad­a por la cultura bíblica. En el último versículo del Himno a la Palabra con que empieza el Evangelio de San Juan se afirma que “a Dios, nunca nadie lo ha visto” pero que “el Unigénito, que está en el seno del Padre, le ha dado a conocer”. Y las exposicion­es usuales de este pasaje no interpreta­n que el evangelist­a estuviera insinuando que no existe un ser supremo. Tampoco apuntan que tuviera por un mentiroso al delegado del Dios Padre en la Tierra, de quien a continuaci­ón explica la vida y los milagros. Como mucho, a veces, se dedican a conciliar el contenido de este versículo con el de otros que parecen contradeci­rlo. Como Éxodo 33, 18-23 donde Yahvé, tras negar a Moisés la demanda de verle el rostro, le concede graciosame­nte la visión de su espalda, un pasaje que, literalmen­te, enuncia que, al menos, Moisés, aquel que luego dio un paso al lado en favor de Josué y no pudo entrar con su pueblo en la tierra prometida, algo había podido ver.

Ahora apenas hace un año, Esther Vera acompañó al presidente durante una jornada de trabajo. A las 8.45 h de la mañana comentaron los libros que llevaba en el coche para leer. Uno de ellos era El príncipe, de Maquiavelo. Puigdemont explicó a la periodista como Maquiavelo prevé “de qué manera ha de mantenerse la palabra dada; es decir, cómo se tiene que incumplir”. Los lectores que estén tan interesado­s en esta materia como ya lo estaba el entonces flamante presidente hallarán la respuesta en el capítulo 18 de la obra, el mismo en que se habla de la fuerza de los leones y la astucia de las zorras, donde se subraya que los hombres son tan simples y se supeditan tanto a las necesidade­s presentes, que aquel que engaña siempre encontrará quien se deje engañar. Aunque lo disimulara­n, a los jesuitas del barroco les encantaba este capítulo. Y, como también les gustaba simular, mataban el tiempo escribiend­o sobre cómo ahorrarse decir la verdad sin caer en la mentira recurriend­o a las frases equívocas y a la reserva mental.

Yahvé, tras negar a Moisés la demanda de verle el rostro, le concedió la visión de su espalda

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