La Vanguardia (1ª edición)

Aquella canasta de Málaga

Sergio Llull, MVP de la Copa tras anotar los últimos 10 puntos en la final, pudo ser del Barça cuando jugaba en Manresa

- ALFRED BELLOSTAS Vitoria

El mejor referente es Llull, con el que estoy cada día aprendiend­o en los entrenamie­ntos. Todo lo que hace me sirve de gran ayuda y la verdad es que es un lujo increíble tenerle a mi lado estos años”. Las palabras son de Luka Doncic, la última sensación de la cantera madridista, un jugador que el próximo día 28 cumplirá 18 años y del que se hablará durante mucho tiempo. Pero el presente es de Sergio Llull, un menorquín de 29 años que hace ya diez, con Joan Plaza en el banquillo, llegó al equipo blanco para marcar una época. Una de las perlas del baloncesto español que el Barcelona dejó escapar pese a que la tenía muy cerca: en Manresa.

Aunque los títulos tardaron en llegar, el base balear, un jugador muy veloz y con matices geniales, siguió en el grupo y junto a sus compañeros recoge ahora los frutos de un trabajo bien planificad­o. Esta temporada, además, todavía tiene más protagonis­mo tras el regreso de Sergio Rodríguez a la NBA.

El idilio que el Real Madrid mantiene con la Copa del Rey después de una larga travesía de 19 años sin ganarla comenzó en el Martín Carpena de Málaga en el 2014. Hubo un destello previo dos años antes en el Palau Sant Jordi. Pero todo empezó en la ciudad andaluza. El conjunto de Pablo Laso tenía prácticame­nte ganada la final con el 68-75 a falta de 1m13s, pero el Barça le dio la vuelta al marcador con un parcial de 8-0 y con 8 segundos y 8 décimas en el reloj, Oleson transformó el tiro adicional por una falta de Bourousis. Sergio Rodríguez cruzó la pista con rapidez, aunque no halló ningún hueco en la defensa barcelonis­ta y, de repente, vio a su derecha, totalmente solo, a Llull, que no falló un tiro muy cómodo –Sada no llegó a tiempo de impedirlo–. El balón entró limpio. El Madrid era campeón. Tres años después, el menorquín aún habla de esa jugada. “El tiro de Málaga estuvo muy bien”, dijo en Vitoria minutos después de vencer al Valencia y ser proclamado MVP de la Copa.

La filosofía de vida de Llull es tan sencilla como ambiciosa. “Trabajas para ganar títulos, pero no es hasta la llegada de Pablo Laso –antes estuvo a las órdenes del mencionado Plaza y también de Ettore Messina– cuando empezamos a ir hacia arriba, a creer en nuestras posibilida­des. Él nos dio mucha confianza, el empujón que necesitába­mos para sacar la calidad que teníamos dentro e iniciar una racha de éxitos que espero que no finalice pronto”, explicó en el vestuario del Buesa Arena.

Llull, siempre Llull. Él fue el que le dio la pelota a Randolph, en la jugada más comentada de la Copa por el famoso campo atrás, para que anotara el triple que forzó la prórroga ante el MoraBanc en cuartos de final. O el que lanzó el balón al aire en los últimos segundos ante el Baskonia y se quedó mirando, desafiante, a la grada con los brazos en alto. Un momento de éxtasis personal totalmente justificad­o. Y también el que anotó los últimos 10 puntos en la final ante el Valencia, ocho de ellos en sólo 55 segundos. Los triples bombeados que tanto le gustan, a veces desde 7 u 8 metros, nunca fallan.

Bueno, casi nunca. Pablo Laso comentó: “Tengo una persona muy cercana que cuando me cabreo con Llull me dice: ‘Si es igual que tú’. Me pasa igual que a él. Aún me acuerdo de la moña que se tiró al lado del banquillo –un lanzamient­o de 6,75 m que era muy difícil que entrara, y no lo hizo–, pero también de los dos triplazos. La grandeza de Llull son los tiros, pero también el pase que le dio a Randolph. Tiene esa confianza que se transmite en el trabajo del equipo”. El técnico también hizo hincapié en las interiorid­ades del club: “Tengo la sensación de que siempre se ha creído en mi trabajo. Hemos ido creciendo, también con reveses, pero siempre en el mismo camino. Todos los que trabajamos aquí vamos por el mismo camino. No se logra en un día que un equipo compita siempre hasta el final y no baje la cabeza”.

Esfuerzo, humildad y ambición, hambre de títulos. Son los ingredient­es imprescind­ibles en un conjunto campeón como lo es ahora el Real Madrid. Llull lo resume así: “Cuando he hecho un partidazo, me voy a casa pensando en lo que he hecho mal para seguir mejorando como jugador. Es mi manera de ser y son los valores que me inculcaron mis padres. Eso no lo voy a cambiar”.

LOS ELOGIOS DEL ENTRENADOR “La grandeza de Llull son los tiros, pero también esa confianza que se transmite en el trabajo del equipo”

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ADRIÁN RUIZ DE HIERRO / EFE Llull, con el trofeo que le acredita como mejor jugador de la Copa

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