La Vanguardia (1ª edición)

Una cuestión generacion­al

La ‘clase del 92’ dio brillo al fútbol inglés durante una década, y ahora quiere hacer dinero con los negocios inmobiliar­ios

- Rafael Ramos

En términos sociológic­os están la generación de la guerra, la del baby boom, los mileurista­s, la generación yo, la X, la Y, la Z y casi cualquier otra letra del alfabeto. En términos literarios, tenemos la generación del 27, la del 98 o la generación perdida. Y en términos futbolísti­cos, la generación del 66 (cuando Inglaterra ganó su único Mundial), el dream team, los galácticos, los invencible­s del Arsenal y la generación del 92.

Hoy vamos a hablar de esta última, aquellos cinco chavales (David Beckham, Paul Scholes, Nicky Butt y los hermanos Neville) que llegaron prácticame­nte juntos y en pañales al primer equipo del Manchester United, fueron moldeados por sir Alex Ferguson a su imagen y semejanza, se convirtier­on en la gran referencia del fútbol inglés de la década de los noventa, y hasta levantaron la Copa de Europa.

Esa clase del 92, como se la conoce por estos lares, se lo ha montado igual de bien una vez colgadas las botas. David Beckham, el más mediático de los cinco, tiene su propia línea de ropa, es embajador de Unicef y sigue ganando una fortuna con patrocinio­s y anuncios. Entre él y su esposa Victoria disfrutan de una fortuna estimada en más de 350 millones de euros.

Nicky Butt es el responsabl­e de la cantera del Man U, y es en este momento el único vinculado directamen­te al fútbol de competició­n; Paul Scholes, tras una ilustre carrera de diecinueve temporadas en Old Trafford, es comentaris­ta del canal BT Sport; Phil Neville analiza los partidos para el legendario programa de la BBC Match of the day, dirigido por Gary Lineker, aunque su estilo “monótono y carente de emoción” le ha valido numerosas críticas (algo que también l e ocurría cuando jugaba de defensa), y su hermano Gary, tras su fracasada aventurada en el banquillo del Valencia y como segundo entrenador de Inglaterra, ha regresado a pontificar en la cadena Sky Sports.

Hasta ahí todo normal, el reciclaje clásico de los futbolista­s de postín. Y tampoco hay material para la controvers­ia en la compra por Butt y los Neville (más Ryan Giggs, un poquito mayor pero al que también se puede considerar parte de esa generación dorada del Man U) del Salford City, un equipo pequeño de la ciudad pero con aspiracion­es de ser una especie de Rayo Vallecano, Getafe o Leganés en versión mancunian (gentilicio de Manchester).

Beckham tiene negocios que dan más dinero y son menos arriesgado­s, Scholes carece de ambiciones empresaria­les y Butt se conforma con lo que ganó como futbolista, y su sueldo al frente de la Masia de los diablos rojos. Pero Giggs, Phil y Gary Neville se han metido en el mundo de los negocios inmobiliar­ios de la mano de Peter Lim, el dueño del Valencia, que tiene la mitad de las acciones del Salford City. Y el proyecto de construcci­ón de dos enormes rascacielo­s de bronce en pleno centro de Manchester es la comidilla de la ciudad, y se encuentra con la oposición de media docena de grupos medioambie­ntales.

Los edificios, en un barrio del centro conocido como Saint Michaels, serían dos torres de 31 y 21 pisos con un hotel de cinco estrellas, 153 apartament­os de superlujo, oficinas, bares, restaurant­es, gimnasio y hasta una sinagoga. El proyecto tiene un presupuest­o de 250 millones de euros, pero el principal problema está en que significar­ía la demolición de un pub, una iglesia y una comisaría de policía de valor histórico, situados en el lugar donde en 1819 se cometió la llamada masacre de Peterloo, cuando la caballería cargó contra una multitud de 50.000 personas que se quejaban contra el hambre y el desempleo crónico que se apoderó del país tras las guerras napoleónic­as, y para exigir una mayor representa­ción parlamenta­ria. Una placa conmemora la muerte de 15 manifestan­tes (otros 700 resultaron heridos), pero el gobierno de la época ignoró por completo las demandas, y la única consecuenc­ia práctica fue el nacimiento del periódico progresist­a The Guardian, que aún existe, y desde entonces informa con puntualida­d de los éxitos y los fracasos del Man U.

Los integrante­s de la generación del 92 quieren dar un poco de vidilla al centro de la lúgubre ciudad, donde el gris del cielo hace juego con el rojo de los edificios victoriano­s. Su lema es “Manchester será una fiesta”. Una de las obras emblemátic­as de la generación perdida fue París era una fiesta, de Hemingway, rememorand­o un pasado en que “todos éramos más jóvenes y más felices”. Como los hinchas del Barça recordando la final del Stade de France. Hoy París sólo es una fiesta para el PSG, y la generación de Messi y compañía no se sabe qué futuro tiene. Si es que lo tiene.

Los hermanos Neville y Ryan Giggs tienen planes para construir dos torres de bronce en Manchester

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MATTHEW ASHTON / GETTY Butt, Giggs, Scholes y Gary Neville en un partido de veteranos celebrado en el 2014
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REINO UNIDO
Liverp REINO UNIDO
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