La Vanguardia (1ª edición)

Inversión e inflación

Con mano de obra ilimitada, la inflación baja está asegurada y con ella los tipos de interés bajos

- Josep Prats Gestor de fondos

El principal objetivo de un inversor, incluso del más conservado­r, es obtener una rentabilid­ad que le permita compensar el aumento del coste de la vida, que su dinero ahorrado valga, en términos reales, como mínimo lo mismo en el futuro. Que el ahorro, de verdad, tenga algún premio.

En España, el incremento del coste de la vida, la inflación, se ha ido moderando en las últimas décadas. En la década de los setenta del siglo pasado el coste de la vida, medido en pesetas, se multiplica­ba por dos cada cinco años. En los ochenta, una peseta tardaba diez años en perder la mitad de su valor real. Dos euros de hoy otorgan el mismo poder de compra que 166 pesetas de principios de los noventa. Y, si tomamos como base la inflación media de los últimos diez años, y asumimos que a futuro vamos a ver aumentos del IPC de entre el 1% y el 2% anual, habrán de pasar cuarenta o cincuenta años para que la vida, en euros, cueste el doble.

A largo plazo, la inflación evoluciona con los sueldos. El sistema está pensado para que lleguemos justos a final de mes. Si cobramos más, gastamos más, si cobramos menos, gastamos menos. Pero, básicament­e, gastamos una proporción fija de lo que cobramos. El salario mínimo, a principios de los ochenta era una cuarta parte del actual. Los precios también. Si tomamos como punto de partida el inicio de la década de los noventa, obtenemos la misma conclusión: el salario mínimo se ha multiplica­do por dos, y el IPC ha subido un 100%. Evidenteme­nte, hay muchos bienes o servicios cuyo precio ha subido más que el IPC, pero también muchos otros que han registrado incremento­s muy superiores. Los inmuebles han subido más, las máquinas menos. En 1980 un automóvil de turismo utilitario tenía un precio equivalent­e a 40 salarios mínimos mensuales. Hoy tiene un precio equivalent­e a 15 salarios mínimos mensuales. Si tuviéramos que encontrar una buena guía para estimar la inflación a largo plazo con un solo dato comparable, el precio de un menú del día sería el principal punto de referencia. En el mismo restaurant­e que se servía, el mismo menú, hace treinta y cinco años por 400 pesetas, hoy se sirve por 10 euros. Y ello es así porque el principal componente de coste del menú del día es la mano de obra. El precio se ha multiplica­do por cuatro, el salario mínimo, y el coste de la vida, medido por el IPC, lo ha hecho en la misma proporción.

Los tipos de interés discurren a largo plazo de forma paralela a la inflación, la inflación sigue el ritmo de los salarios y estos dependen de la escasez de mano de obra. Con mano de obra ilimitada, porque o se mueven las fábricas hacia donde se cobra menos o se mueven los trabajador­es hacia donde se cobra más, la inflación baja está asegurada, y con ella los tipos bajos. Para obtener rentabilid­ad real basta con ganar algo más del 2% al año. Parece más fácil que nunca, pero para ello, como siempre, hay que invertir, no basta con ahorrar.

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