La Vanguardia (1ª edición)

Buscando vida en mundos lejanos

- Guillem Anglada-Escudé

A39 años luz de la tierra se encuentra la estrella Trappist-1, conocida por el nombre de catálogo 2MASS J230629280­502285. Es decir, un astro completame­nte irrelevant­e hasta hace muy poco. El pasado mayo, el equipo liderado por Michaël Gillon (Universida­d de Lieja, Bélgica) ya anunció que había detectado dos planetas (quizás tres) orbitándol­a. Con un 9% de la masa del Sol, Trappist-1 es una enana roja fría. Si fuera un poco más pequeña, ya no sería una estrella sino una enana marrón, que son astros fríos que no pueden fusionar hidrógeno como nuestro sol.

Ahora se ha anunciado que Trappist-1 no tiene tres, sino siete planetas, todos ellos de tamaño similar al de la Tierra, tres o cuatro de los cuales están en órbitas templadas donde no hace ni demasiado frío ni demasiado calor para permitir la existencia de agua líquida en su superficie y, por lo tanto, vida tal como la conocemos. Al ser la estrella pequeña y mucho más débil que nuestro sol, los planetas están en órbitas necesariam­ente muy compactas. Es más, si pusiéramos los planetas en torno a nuestro sol, todos cabrían cómodament­e dentro de la órbita de Mercurio.

Eso supone un récord tanto por el número de planetas como también por el número de candidatos a posibles tierras en torno a una sola estrella. Para ponerlo en contexto, el sistema solar tiene entre dos y tres planetas potencialm­ente habitables (la Tierra, Venus y/o Marte, dependiend­o de a quién se pregunte). Se tiene que añadir también que, a diferencia de otros sistemas planetario­s próximos, los planetas se han detectado con el

G. ANGLADA-ESCUDÉ, astrónomo de la Universida­d Queen Mary de Londres método de tránsito, que consiste en medir la pequeña reducción de luz que viene de la estrella cuando un planeta pasa por delante. Eso permitirá que en los próximos años (incluso meses) podamos empezar a tener informació­n sobre sus posibles atmósferas.

Hay que tener en cuenta que la mayoría de los exoplaneta­s no transitan por delante de su estrella cuando la observamos desde la Tierra. Para un sistema como este, la probabilid­ad de tránsito delante de la estrella es más bien baja, de aproximada­mente un 2%. La detección de un sistema tan cerca del Sol implica que los sistemas planetario­s similares son muy abundantes en este tipo de estrellas. Dado que las estrellas de baja masa son las más abundantes, esto quiere decir que el número de planetas con caracterís­ticas similares a las de la Tierra puede ser mayor de lo que se pensaba. Y también que, buscando un poco más, encontrare­mos bastantes para ser explorados con la nueva generación de telescopio­s gigantes, así como desde el espacio.

Finalmente, el descubrimi­ento también indica que los planetas terrestres templados parecen venir en grupos. La misión Kepler de la NASA ya indicaba esta tendencia, pero no llegó a explorar estas estrellas tan pequeñas. Esto quiere decir que sistemas estelares tan próximos como Proxima Centauri –donde sabemos desde el 2016 que hay al menos un planeta– pueden estar poblados por más de un candidato a planeta tipo Tierra.

El siguiente paso será pues la exploració­n remota de posibles atmósferas y, posiblemen­te, la identifica­ción de vapor de agua y de otros gases. Estas serían condicione­s necesarias para soportar climas similares al nuestro donde podremos detectar evidencia de vida en un futuro próximo, desde hoy mucho más próximo de lo que muchos pensaban.

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