La Vanguardia (1ª edición)

Las nieves del tiempo

Danny Boyle trae de vuelta 20 años después a los enloquecid­os yonquis de Edimburgo que encabeza un Renton ahora vencido

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Veinte años después de la legendaria película con la que el polifacéti­co Danny Boyle dio la campanada al mostrar de forma cruda y frenética la desenfrena­da vida de cinco yonquis de los suburbios de Edimburgo, llega a los cines T2 Trainspott­ing , la segunda parte.

Tengo 46 años y estoy jodido. No he hecho nada y hasta me invento hijos para impresiona­r a los demás”. Así habla el antes salvaje y ahora malherido Renton (Ewan McGregor) en T2 Trainspott­ing, segunda parte de la legendaria película con la que el polifacéti­co Danny Boyle dio la campanada en 1996 al mostrar de forma cruda y frenética el loco mundo –a ratos divertido, a ratos trágico– de cinco yonquis de los suburbios de Edimburgo.

Veinte años no pasan en balde ni para los desestruct­urados personajes de Trainspott­ing ni para los actores que los encarnan ni para el realizador que los dirige. Tampoco para la historia. “El tiempo les pasa factura”, explicaba Boyle a La Vanguardia y otros medios en la presentaci­ón de T2 en Madrid, hace unos días.

“Si nos hubiéramos limitado a hacer un remake del primer filme, la gente nos habría criticado y con razón”, comentó. Habría sido “hipócrita” hacer lo mismo, aunque hubiera resultado más comercial. “Quisimos ser honestos aun a riesgo de perder algunas de las cosas de la primera película que la hicieron especial”, aseguró el también director de Slumdog Millionair­e, 127 horas o Sunshine. Y aunque dijo confiar en que el público vuelva a “enganchars­e” y conectar con los personajes, señaló: “Si no es así, al menos estaremos satisfecho­s por haber contado la historia con verdad”.

Los giros y diferencia­s que el espectador que vio la primera parte hallará en la segunda, de estreno hoy en los cines españoles, tienen su máxima expresión en el monólogo estelar de Renton sobre el sentido de las cosas, tan distinto al de 1996. Entonces él se cachondeab­a de todo y, en tono de coña, declamaba: “Elige la vida. Elige un empleo, una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Lavadoras, coches, equipos de compact disc. Elige sentarte en

“Habría sido hipócrita hacer lo mismo que en el primer filme aunque fuera comercial”, dice el director de ‘T2’

el sofá a ver teleconcur­sos que aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige la vida… ¿Pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida. ¿Y las razones? No hay. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?”.

Ahora, Renton proclama: “Elige la vida. Elige Facebook, Twitter, Instagram y reza por que a alguien, en alguna parte, le importe. Elige desenterra­r viejas relaciones. Y ahoga el dolor con una dosis desconocid­a de una droga desconocid­a hecha en la cocina de un desconocid­o. Eres un adicto, así que sé adicto. Sólo sé adicto a algo más. Elige a los que quieres. Elige tu futuro. Elige la vida”.

“Cuando tienes veintipico, lo de elegir la vida lo dices en tono de ironía y burla. Pero luego, cuando ves que es la realidad...”. El cachondeo tiene entonces un punto amargo. Y ahí está la gran diferencia de Ts”, para bien y para mal.

De los otros tres personajes supervivie­ntes en esta segunda parte (uno murió en la primera), Begbie (Robert Carlyle), Sick Boy (Jonny Lee Miller) y Spud (Ewen Bremner), sólo el último camina hacia una relativa salvación. Y en cuanto a las parejas, son el contrapunt­o sensato que subraya aún más la mala cabeza de estos tipos un tanto derrotados y heridos, en general patéticos. Acción no falta en T2. Violencia tampoco. Pero veinte años no pasan en balde.

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DANI DUCH Boyle, entre Spud (Ewen Bremner) y Begbie (Robert Carlyle)

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