Moscú empuja para la paz en Siria
Ginebra acoge la cuarta ronda de conversaciones para acabar con la guerra, aunque las expectativas son bajas
Ayer comenzó en Ginebra la cuarta ronda de conversaciones de paz (llamémosla así) sobre Siria y lo primero que ha hecho Moscú ha sido pedir al régimen de Damasco que no bombardee las zonas declaradas bajo alto el fuego, según lo acordado en las últimas negociaciones de Astaná (Kazajistán), gestadas por Rusia, Turquía e Irán. Rusia, cuyo apoyo militar a Bashar el Asad ha sido decisivo, se ha convertido ahora en la gran potencia interesada en una solución pactada para acabar con seis años de guerra. Pero ¿cabe esperar algo de Ginebra IV? ¿Habrá finalmente una pax rusa en Siria?
Primero hay que fijarse en quién está y quién no está en Ginebra.
EE.UU. ha salido del cuadro sirio. Toda su implicación en el país parece ser la lucha contra el Estado Islámico (EI). Que se sepa, al margen del senador John McCain, que hizo una visita secreta y relámpago al norte de Siria después de pasar por Irak, los republicanos de la disfuncional Administración Trump no muestran mayor interés. El nuevo secretario de Estado, Rex Tillerson, no tiene representante conocido. El enviado especial para Siria, Michael Ratney, que ocupa el cargo desde el 2015, ha acudido de todos modos a Ginebra.
Tampoco están presentes (una vez más) en Ginebra los kurdos sirios que ocupan una extensa franja del norte del país y a cuya participación se niega Turquía, además de ser vistos por la oposición siria como agentes de Damasco. Están asimismo ausentes –y no se les echa de menos– los yihadistas del ex Frente al Nusra y el EI.
Entre los que acuden, lo más interesante es la presencia en la delegación oficial de la oposición política y el Alto Comité Negociador (ACN), de Mohamed Alush, jefe del Ejército del Islam. Este grupo es una de las principales facciones armadas, aunque no la mayor. Otra milicia islamista importante, Ahrar al Sham, sumida en problemas internos y divisiones, no acude.
El bloque opositor se completa con dos grupos políticos, la llamada Plataforma de Moscú y la de El Cairo. Sus nombres ya dan a entender de qué pie cojean, y si sirven para algo será para dar color a Ginebra y para airear ideas de pacto que puedan interesar a Rusia.
De entrada, nadie espera mucho de esta nueva ronda auspiciada por las Naciones Unidas, que alberga en su sede suiza el encuentro del equipo negociador de Damasco y de las delegaciones de la oposición. La novedad, y no es poca, es que el grupo principal, el ACN, ha dicho que esta vez quiere hablar directamente con los representantes del Gobierno sirio (encabezados por el embajador Bashar al Yafari) en vez de usar el formato habitual, con cada parte sentada en una habitación y el mediador de la ONU, Staffan de Mistura, y su gente yendo de una a otra.
Como gesto por parte del ACN no está mal, sobre todo teniendo en cuenta que las expectativas son bajas. El propio De Mistura dijo el miércoles que tan sólo espera que esto sea el inicio de nuevas conversaciones. El mediador de la ONU, según observa un destacado experto en el conflicto, Aron Lund, está buscando la forma de ir desprendiéndose del contenido de la Resolución 2254, que data del 2015 y es heredera de las posiciones del 2012; es decir, una transición política que dejaría fuera a Bashar el Asad.
El ACN, respaldado por Turquía y Arabia Saudí, mantiene la misma posición de siempre. Sin embargo, la realidad es muy terca y las cosas han cambiado mucho, sobre todo desde que las fuerzas de El Asad reconquistaron Alepo. ¿Las fuerzas de El Asad? Quizás no, exactamente. El Hizbulah libanés y las milicias chiíes enviadas por Irán junto a comandantes de los Guardianes de la Revolución han sido los artífices del éxito militar de Damasco en tierra, mientras que Rusia ponía los aviones (entre otras cosas). Hay rumores de que Irán está cambiando la
Rusia parece la más interesada en llegar a pactos para evitar que Irán alcance más poder en la región
demografía de Alepo y su entorno, asentando población chií procedente de Irak y otras partes.
Ahora Turquía se ve obligada a aceptar la permanencia del presidente sirio y se ha alineado con Rusia en el esfuerzo negociador, como se ha plasmado en los encuentros de Astaná. Ni a Turquía ni a Rusia les interesa que Irán se afiance en Siria. Tampoco que Bashar el Asad salga triunfador de esta guerra. Y de ahí el interés de Moscú en que las negociaciones de paz, tarden lo que tarden, tengan éxito.