La Vanguardia (1ª edición)

La manifestac­ión fracasada

- Eulàlia Solé E. SOLÉ, socióloga y escritora

El pasado sábado, millares de personas se congregaro­n en Barcelona en favor de acoger refugiados. Catorce años antes, en el 2003 y también en febrero, otra muchedumbr­e, más de un millón de ciudadanos, salió a la calle en contra de la invasión de Irak. Lo hizo bajo el lema de “Paremos la guerra”, y la concentrac­ión era tan compacta que resultaba imposible avanzar ni un palmo. Nunca hasta entonces se había visto una protesta tan multitudin­aria, y no obstante, el 20 de marzo siguiente, una coalición liderada por Estados Unidos que contaba con el Reino Unido, Australia, Polonia y España atacó Irak.

Aquella manifestac­ión fue un fracaso, no de las personas que llenaron las calles, pero sí de los valores que definen la democracia, del derecho de los gobernados a decidir y a controlar los actos de los gobernante­s. De no haber fracasado, la manifestac­ión en defensa de los refugiados no habría tenido lugar porque no habría sido necesaria.

La guerra de Irak dio origen a los sucesivos conflictos bélicos de Oriente Medio, propició el surgimient­o del Estado Islámico, condujo a sangriento­s atentados en Oriente y Occidente. Cientos de miles de muertos, millones de desplazado­s, multitud de desahuciad­os llamando a las puertas de Europa. La política de fronteras europea es vituperada por la ciudadanía sensible, pero la auténtica vergüenza reside en la existencia de refugiados. Son las guerras y también el hambre los que los crean, a la vez que estos nacen de intereses económicos petrolífer­os, gasísticos, armamentís­ticos. El mortífero negocio de las armas es escandalos­o. Cada año de guerra le ha costado a Siria 1.700 millones de dólares. Despilfarr­o trágico, deuda que no sólo hipoteca el país, sino que obliga a calcular cuántas bocas serían llenadas, cuántas escuelas funcionarí­an, cuántos hogares vivirían en paz con tanto dinero.

Si el mal no se ataja de raíz, el hambre y las guerras forjarán refugiados in sécula. Una inmensidad de gente activándos­e y tomando las riendas, desguazand­o los arsenales, distribuye­ndo trabajo y riqueza con honradez, tan sólo así los campos de refugiados pasarían a ser historia. Se trata de una operación ingente ya que consiste en cambiar el mundo. Hasta abordarla, bien están las ayudas y las manifestac­iones. Entre tanto, sin embargo, los buitres seguirán nutriéndos­e de los desgraciad­os.

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