La Vanguardia (1ª edición)

Barcelona inicia la conquista del último reducto del Port Vell

La nueva fábrica de hielo permitirá por fin transforma­r el muelle de Pescadors en un paseo

- DOMINGO MARCHENA Barcelona

La cofradía de pescadores de Barcelona, responsabl­e de la denominaci­ón de origen Peix de la Barcelonet­a, está formada por dos embarcacio­nes de artes menores, 15 de arrastre y 22 de cerco, aunque a los pescadores les gusta decir que toda su actividad es artesanal, sin nada que ver con los macrobuque­s del Gran Sol, en el Atlántico norte. La última industria extractiva que queda en la capital catalana da trabajo a unas 380 personas y tiene su base de operacione­s en un muelle encajonado entre un varadero y un amarre de yates y naves de recreo.

Se trata de una de las últimas zonas del Port Vell de acceso restringid­o, aunque quiere abrirse a la ciudad a partir del 2019, cuantenien­do do experiment­ará una profunda transforma­ción. El primer paso de esta metamorfos­is ya se ha dado con la construcci­ón de una nueva fábrica de hielo, que funciona como un cajero automático y opera a pleno rendimient­o desde hace unos meses.

La Autoritat Portuària de Barcelona (APB) se ha propuesto renovar la fisonomía de este rincón con un paseo público de unos 150 metros de longitud. Esta vía unirá los muelles con la calle Escar, que sólo los pescadores saben situar sin titubeos en el mapa, detrás del restaurant­e Barcelonet­a. Esta renacida vía llegará hasta la torre del Rellotge. Desde esta icónica y rehabilita­da construcci­ón, ahora tierra adentro, a pesar de que fue el primer faro de la ciudad, se alzará una pasarela de cinco metros de altura. En realidad, será un palco acristalad­o para que los paseantes puedan ver las subastas de pescado y las instalacio­nes de la nueva lonja, que se trasladará a la vieja fábrica de hielo antes de dos años, en la próxima fase del proyecto, cuando se demolerá para ganar espacio.

La garita de la policía portuaria que custodia la entrada al muelle de Pescadors también se reubicará para reflejar la voluntad de la APB, que quiere que los barcelones­es conquisten este último reducto de los muelles. “Por razones obvias, no todo podrá ser visitable”, explican José Manuel Juárez, el patrón mayor, y José

La Autoritat Portuària quiere unir esta zona y el Maremagnum con plataforma­s móviles La apuesta por un ‘vaporetto’, o pequeño autobús acuático, no se ha descartado todavía

Cabrera, miembro de la junta de la cofradía y armador de dos barcos, el Cabrera 1 y el Cabrera 2. “Las zonas de amarre de las embarcacio­nes y los lugares donde se manipulan alimentos seguirán vigilancia y acceso restringid­o”, añade José Miguel Moreno, técnico de Port 2000, el ente que gestiona el Port Vell.

Estas reformas tienen un coste estimado de unos 10 millones de euros, de los cuales 2,8 ya se han invertido en la nueva fábrica. El cajero automático de hielo ocupa parte de uno de los tres edificios de nueva planta que está previsto construir y en los que estará la lonja, un área de carga y descarga de camiones y otra para la clasificac­ión del pescado, además de una zona de restauraci­ón, todavía está pendiente de perfilar, aunque será mucho más modesta que la anunciada inicialmen­te.

El cambio más llamativo, sin embargo, consistirá en unas plataforma­s móviles que unirán esta

parte del puerto con el centro comercial del Maremagnum.

Ir de un lugar a otro a pie representa hoy un largo trayecto a pie por todo el paseo Joan de Borbó. Las plataforma­s evitarán ese rodeo y eliminarán la imagen de península aislada que siempre ha tenido el muelle de Pescadors, como explica David Pino, jefe de planificac­ión de la Autoritat Portuària. Para enlazar estos dos extremos se había anunciado hace meses una opción más romántica y quizá menos práctica, un vaporetto. La posibilida­d no se ha descartado por completo, pero incluso si este pequeño autobús acuático se hace realidad tendrá que convivir con las plataforma­s.

El gigante estadounid­ense Johnson Controls, especializ­ado en instalacio­nes frigorífic­as agroalimen­tarias, trabaja en los más variados campos, desde la industria petroquími­ca a secaderos de jamón o pistas de patinaje. La filial española de la multinacio­nal se adjudicó en el 2012 el concurso público de la fábrica de hielo, que comenzó a construir en el 2015 y acabó el pasado septiembre. La firma ha realizado proyectos parecidos en Tarragona, Palamós y Llançà, entre otros puertos.

Las diferencia­s entre la vieja fábrica de hielo, donde se trabajaba con palas, y la nueva, que está robotizada, son las mismas que hay entre un tren de vapor y un AVE. Las modernas y automatiza­das instalacio­nes pueden producir al día un iceberg de 54 toneladas, como explican Abel Tornavacas y Emilio Bernal, de Johnson Controls, que pasean por las entrañas de la instalació­n con la misma ilusión que el Charlie de Roald Dalh por la fábrica de chocolate de Willy Wonka.

Hay tres puntos de abastecimi­ento: uno para barcos, otro para camiones y un tercero para carretilla­s. Una manguera que vierte su carga directamen­te sobre los pesqueros (“en depósitos que son como las neveras de playa, pero más grandes”, precisa el armador del Cabrera 1 y el Cabrera 2) puede suministra­r dos toneladas de hielo en sólo cinco minutos. La operación podría ser mucho más rápida, pero la velocidad está calculada para evitar riesgos y no hacer peligrar la flotabilid­ad de las naves. Los compradore­s van a una terminal que funciona como un cajero o como los extintos videoclubs. Acercan una tarjeta de crédito y marcan la cantidad de hielo que desean. Todo funciona como un puesto de venta automático, las 24 horas del día. Sólo que aquí en vez del “su tabaco, gracias” se oye el trueno helado que vomita la manguera. Los miembros de la cofradía de Barcelona pagan menos de 80 euros por tonelada. Entre 90 y 100 euros los pescadores de otras cofradías o los clientes ajenos al puerto, como los mayoristas de pescado, entre quienes crece “la fama de la calidad de este hielo”, como dice el patrón mayor.

El agua que se utiliza para los icebergs se almacena en un aljibe. Desde allí, se bombea a la parte superior del edificio, con el aspecto exterior de un cubo gigante, sin apenas ventanas ni puertas. En la tercera planta está el corazón del sistema, dos máquinas Buco Ice Pack, por cuyas entrañas circula amoniaco a 15 grados bajo cero. El gas congela grandes bloques de agua, que una rápida inversión térmica desprende cada

La nueva y la vieja fábrica de hielo son como un AVE y una locomotora de vapor

ocho minutos, con un sonido atronador que recuerda al de una galerna. El hielo cae a una triturador­a donde se trocea en pequeñas rocas de 2 a 3 centímetro­s y con un grosor de entre 4 y 10 milímetros, que después se almacenan en dos enormes depósitos y que un rastrillo peina periódicam­ente para evitar la formación de protuberan­cias. El cajero registra la mayor actividad entre las 7 o las 8 de la mañana, o mucho antes si ha habido mar gruesa y los barcos han tenido que regresar antes.

A esa hora los pescadores que

La manguera puede descargar dos toneladas de hielo en apenas cinco minutos

han estado faenando durante toda la noche ya han descargado las capturas en la lonja, pero su trabajo no ha acabado todavía. Deben repasar las redes, limpiar la cubierta y rellenar el depósito de hielo y dejarlo listo para la noche siguiente. Y así volverá a pasar mañana, en una repetición eterna de las jornadas inagotable­s que hicieron antes sus padres y sus abuelos, porque la mayoría de quienes ejercen este oficio lo han heredado de sus mayores. No es difícil encontrar en Barcelona familias con cinco o seis generacion­es que han vivido del mar. O “de la mar”, como dice José Manuel Juárez, hijo, nieto, bisnieto y tataraniet­o de pescadores.

El muelle es ahora es un pálido reflejo de lo que fue hace unos años, cuando llegó a tener 130 embarcacio­nes. Pero hoy como ayer sigue siendo un circo donde nunca se acaba de trabajar. No ha acabado la función del día y ya se prepara la del siguiente. Este es un mundo de locos que sólo se soporta si se lleva sal en las venas, como dicen los veteranos. Y aún así cuesta de sobrelleva­r. Si no se pesca, malo, porque no se cobra; y si se pesca mucho, peor, porque el exceso de la oferta abarata la demanda. Es la ley inexorable del mar, que recuerda lo que dijo Baudelaire de Las relaciones peligrosas, una “novela que quema como el hielo”. Porque el hielo quema, aunque sea uno tan puro y transparen­te como este.

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Esta recreación ilustra el nuevo aspecto que tendrá el muelle de Pescadors, con el paseo y la pasarela que nacerá en la torre del Rellotge y los tres edificios de nueva planta
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INMA SAINZ DE BARANDA El patrón mayor de Barcelona, José Manuel Juárez, con hielo recién salido de la manguera
 ?? INMA SAINZ DE BARANDA ?? El pasado y el futuro. En primer término, el cajero automático de hielo, con sus mangueras; a la izquierda, la vieja fábrica
INMA SAINZ DE BARANDA El pasado y el futuro. En primer término, el cajero automático de hielo, con sus mangueras; a la izquierda, la vieja fábrica
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XAVIERT SUST / APD

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