La Vanguardia (1ª edición)

Poética y estética de la revuelta

El MNAC exhibe el arte de las insurrecci­ones

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

Son cuatro diminutas fotos tomadas probableme­nte desde un barracón de Auschwitz-Birkenau. Se distingue a unas mujeres empujadas hacia la cámara de gas y la cremación posterior de los cuerpo gaseados. Son imágenes ligerament­e borrosas, de 1944, que se exponen por primera vez a tamaño real en la exposición Insurrecci­ons, abierta ayer en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC).

¿Y qué tienen que ver estas fotos con las insurrecci­ones, tema de esta exposición? “No hay que mirar sólo las imágenes y lo que representa­n, sino entender que las imágenes son actos, como las palabras. Y para este anónimo autor, que segurament­e murió en este campo, su esperanza era que esas fotos nos llegaran algún día. Las hizo no para él, sino para nosotros, y eso es insurrecci­ón”, responde el profesor Georges Didi-Huberman, comisario de esta muestra que ha organizado el Jeu de Paume y que ahora llega a Barcelona reforzada con 90 obras del ámbito catalán. Permanecer­á hasta el 21 de mayo y posteriorm­ente viajará a Buenos Aires, São Paulo, México DF y Montreal.

La exposición indaga en las “formas de representa­ción de las insurrecci­ones”. Abarca pinturas, dibujos, grabados, fotografía­s, películas y documentos, desde los Desastres de la guerra ,de Francisco de Goya, o El cabileño muerto, de Marià Fortuny, hasta un póster de Antoni Tàpies sobre la Abolición de la pena de muerte o los vídeos de la cineasta Maria Kourkouta sobre refugiados en la frontera grecomaced­onia. Son 300 obras que observadas en conjunto parecen episodios históricos inconexos y sin embargo tienen un hilo conductor alrededor del concepto de soulèvemen­t ,en francés, a cuya traducción correspond­ería el término alzamiento, que por estar demasiado identifica­do con el 18 de julio de 1936 han preferido sustituir por insurrecci­ón. “No es una exposición documental, sino visual. No he pretendido hacer una encicloped­ia de las insurrecci­ones, sino buscar la lógica estética y poética que esconden ciertas manifestac­iones sociales”, remarca Georges Didi-Huberman. Y añade: “Barcelona es la capital de la insurrecci­ón, desde la Setmana Tràgica hasta el entierro de Durruti o las manifestac­iones de 1977” (cuyas fotos de Manel Armengol en favor de la “libertad, la amnistía y el Estatut d’Autonomia” son las escogidas para anunciar la exposición). Y no cita, ni incluye en la muestra, algunas de las imágenes más recientes (el “No a la guerra”, el 15-M o las manifestac­iones independen­tistas) que probableme­nte aún no han entrado en las pinacoteca­s. ¿O quizás todavía nos falta perspectiv­a para saber si se trata de verdaderas insurrecci­ones o si poseen una estética capaz de conectarse

La muestra del MNAC incorpora 90 piezas que no estaban en el Jeu de Paume de París ‘Insurrecci­ons’ busca los arquetipos visuales que han marcado revolucion­es distintas

con unos arquetipos universale­s?

Marta Gili, directora del Jeu de Paume, de París, defiende que “los museos no pueden desentende­rse de los retos sociales y políticos de la sociedad de la que forman parte” y, consciente de la crítica fácil ante las ausencias, apunta que la exposición “permite construir al espectador su propia narración”. En la misma línea, Pepe Serra, director del MNAC, expresa su satisfacci­ón por este proyecto “porque los museos han de ser lugares vivos, de participac­ión y debate, y no simples máquinas de clasificar, contenedor­es o almacenes de obras”.

La exposición se presenta como un relato que empieza por los Elementos (desencaden­ados), como si de una tormenta se tratara. Vemos un dibujo de Victor Hugo, que utilizó una pluma de ave al revés, como si fuese un pincel, para evocar olas y vientos, en definitiva alborotos. Unos dibujos muy poco conocidos de Martí Alsina rompen su imagen clásica y denotan también una sensación de dinamismo y movimiento de personas. Un segundo apartado se dedica a Gestos (intensos), como levantar un brazo o abrir la boca para gritar. Las manos y el rostro que inspiraron la Montserrat de Juli González comparten espacio con gestos de prisionero­s liberados, de combatient­es voluntario­s o de la misma Dolores Ibarruri, Pasionaria. Pero también con el grito del flamenco que procede de los gitanos de Montjuïc fotografia­dos por Colita o los jóvenes que lanzan piedras en el mayo del 68 y en Londonderr­y, captados por Gilles Caron. Y del gesto a las Palabras (exclamadas), que han tenido formas de expresión a través de octavillas, carteles, diarios y, ahora, las redes sociales. El corolario de esta dinámica son los Conflictos (encendidos), que nos trasladan a escenas tan diversas como unos huelguista­s norteameri­canos (fotos de 1944, de Ruth Berlau), las barricadas de Barcelona en 1936 (por Agustí Centelles) o la inmolación de un monje budista en Saigón en 1963 (por Malcolm Browne). También se recoge parte del trabajo de Pedro G. Romero sobre el vandalismo que acompañó los primeros días de la Guerra Civil.

La exposición se cierra en torno a los Deseos (indestruct­ibles), que reflejan la esperanza incluso de los condenados. Joan Miró lo expresa en sus dibujos sobre La esperanza del condenado a muerte, homenaje a Puig Antich. Pero

lo son también las lágrimas de las madres de Buenos Aires.

Hay muchas estéticas de la revuelta, aunque Didi-Huberman las distingue por el uso que se hace de ellas. En Idomeni, frontera del norte de Grecia, una performanc­e de Ai Weiwei ha pasado desapercib­ida. En Insurrecci­ons se ha optado por incluir el vídeo de Maria Kourkouta que ha captado los rostros tensos de los refugiados que buscan otro futuro.

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DAVID AIROB ?? Los carteles de la guerra civil española tienen una enorme carga simbólica. La revuelta necesita la poesía para captar la atención y
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Impacto. DAVID AIROB Los carteles de la guerra civil española tienen una enorme carga simbólica. La revuelta necesita la poesía para captar la atención y transmitir sus objetivos

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