La Vanguardia (1ª edición)

Argentina, ‘bye-bye’ nostalgia

El país invitado en Arco muestra su vitalidad artística, mientras el anuncio de una feria en Barcelona vuelve a pillar por sorpresa a los galeristas catalanes

- TERESA SESÉ Madrid

En 1965 el artista argentino Alberto Greco anuncia a sus allegados que va a viajar a Barcelona para suicidarse. Escribe sobre la palma de su mano izquierda la palabra “Fin” y en la pared deja dicho: “Esta es mi mejor obra”. Luego se tumba en la cama, extiende los brazos en cruz y deja que los barbitúric­os hagan el resto. Él, que había creado un movimiento unipersona­l, el VivoDito o arte-vivo, convirtió su muerte en un hecho artístico. Tenía solo 34 años y no había podido soportar su tormentosa relación con el escritor chileno Claudio Badal. Ayer, la galería de Buenos Aires Del Infinito, que presenta en Arco Besos Brujos, su último gran proyecto, era uno de los puntos clave del recorrido con el que los reyes de España, acompañado­s por el presidente argentino, Mauricio Macri, y la primera dama, Juliana Awada, inauguraro­n oficialmen­te la feria madrileña, abierta al público desde hoy y hasta el domingo.

Tras el revuelo suscitado por la comitiva, la tranquilid­ad volvió a instalarse en los doce espacios bonaerense­s selecciona­dos por Inés Katzebstei­n para representa­r a Argentina, el país invitado en este Arco. No todas son nuevas en la feria. La propia Del Infinito estuvo el pasado año con otro estand dedicado a Alberto Greco, que compró íntegramen­te el MoMA neoyorquin­o. Ahora este Besos Brujos, el relato desesperad­o de un amor imposible de remontar en 137 páginas, es objeto de deseo del Reina Sofía –museo que conserva la mayor colección del artista– pero su precio, 550.000 euros, resulta disuasorio. “Todo es negociable, mi objetivo es que entre a formar parte de una colección institucio­nal”, señala su director, Julián Mizrahi.

Argentina ha decidido decir bye-bye a la nostalgia. “Somos conocidos por lo que fuimos, ahora queremos ser conocidos por lo que somos, sin añoranza del pasado”, no se cansa de repetir el ministro de Cultura, Pablo Avelluto, quien cita a Borges para asegurar que “no nos parecemos a otros pero somos universale­s”. No es el único que echa mano del gran escritor. En Ruth Benzacar, el artista Fabio Kacero (Buenos Aires, 1961) exhibe Fabio Kacero, autor del Jorge Luis Borges, autor del Pierre Menard, autor del Quijote, un manuscrito en el que copia de su puño y letra el relato borgeano imitando hasta el último detalle la letra del escritor. En un rincón más discreto de la galería se proyecta Almuerzo con Sasha, donde el mismo artista come indiferent­e ante una película porno, como si la crudeza de las imágenes que desfilan ante sus ojos fueran tan inocuas como un hilo musical.

Pero la segunda jornada de Arco tuvo otros muchos colores aparte del azul y blanco de la delegación artística bonaerense. Las miradas se concertaro­n en el bermellón de The red base, una escultura de Calder de 1969 cuyo precio, 2.500.000 euros, la convierte de momento en la más cara de la feria. La escultura, en forma de pajarita, es propiedad de un coleccioni­sta europeo y se vende en la galería barcelones­a Mayoral, que tras varios intentos por estar presente en Arco, debuta ahora dando la campanada. La pieza forma parte de un proyecto comisariad­o por Pilar Parcerisas que muestra las conexiones entre la obra de Calder y la de Joan Ponç, emparentad­os a través del universo de Joan Miró.

Jordi Mayoral asistía sorprendid­o al desfile de curiosos que se acercaban a ver la joya de Arco 2017 (esto es un mercado y el precio cuenta). “Ayer fue un día muy vibrante, intenso”, confesaba Mayoral, que como la mayoría de los galeristas catalanes en Arco decía no saber “nada de nada” del proyecto de feria que, según confirmó el conseller de Cultura Santi Vila la jornada anterior, se está gestando en Barcelona desde el Gremi de Galeries d’Art de Catalunya. “Esa feria nació aquí y murió aquí, lo anunció el conseller el año pasado y nunca más he oído hablar del tema”, señalaba por su parte Marc Domènech, cuyo estand combina desde un espléndido Miró (350.000 euros) o unas raras piezas del escultor cubista Jacques Lipchitz (Still life se vende por 290.000 euros) hasta artistas menos conocidos como Joan Furriols.

Hablar en Arco de una feria barcelones­a se ha convertido en un clásico que causa hastío y acaba siempre por desvelar la falta de cohesión del sector. “Somos muy escépticos”, dice Patricia Muga, de la galería Joan Prats, que muestra piezas de Erik Beltrán, Ferando Bryce, Hernández Pijoan o Perejaume. “A nosotros no nos han involucrad­o, pero en todo caso creemos que sería mucho más efectivo potenciar iniciativa­s que ya existen, como el Barcelona Gallery Weekend”. De la misma opinión es Àlex Nogueras, de Nogueras Blanchard, con galería en Madrid y l’Hospitalet, quien asegura no tener “ni idea” frente a un contundent­e collage escultóric­o de Francesco Arena.

Una escultura de Calder de 1969, valorada en 2.500.000 euros, es la más cara de la feria Hablar en Arco de una feria barcelones­a se ha convertido en un clásico que causa hastío

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ZIPI / EFE Fragmento del conjunto El verdadero jardín nunca es verde, de Nicola Constantin­o, de la galería argentina Barro
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