La Vanguardia (1ª edición)

“Hay micronacio­nes poéticas, ensoñacion­es de libertad”

Tengo 39 años. Soy romano. Soy un precario de la cultura: escribo, hago crítica teatral... Estoy soltero y sin hijos. Soy un progresist­a desencanta­do, sin partido. Soy de cultura católica y agnóstico. Estudio el Principado de Sealand, el Reino de Redonda,

- VÍCTOR-M. AMELA

Qué es una micronació­n? Una nación poética.

No entiendo.

Una nación aspiracion­al fundada en un relato atractivo.

Una nación inexistent­e.

Con un territorio muy pequeño o inmaterial, con muy pocos ciudadanos o ninguno.

Será mejor que me ponga un ejemplo.

El Principado de Sealand, o Ladonia, o Seborga, o Poyais...

¿Todas son principado­s?

O reinos: el Reino de Redonda, de Nordsudán, de Melquisede­c, de Talossa... Y están también la República de Uzupis, la República de Liberland, la isla Ferdinande­a...

A ver: ¿cuántas micronacio­nes hay?

Hay cientos de micronacio­nes, pero yo me limito a estudiar medio centenar.

Pero... ¿existen de verdad o no?

¿Existen los estados?

Sí, claro.

Pero existen como convencion­es jurídicas a las que la colectivid­ad les da consistenc­ia por consenso...

Si prefiere decirlo así...

Pues, del mismo modo, la aspiración de una micronació­n a existir es porque alguien sostiene que lo merece, la ingresa en el imaginario colectivo. Y desde ese momento ¡existe!

¿Cuál es su micronació­n predilecta?

Mi predilecci­ón es proporcion­al a su singularid­ad y fuerza como relato literario.

A ver.

En 1967, el marinero Paddy Roy Bates ocupó una plataforma artificial marítima abandonada después de la Segunda Guerra Mundial ante las costas de Londres.

¿Qué hacía ahí esa plataforma?

Era un fortín que protegía el Támesis de submarinos nazis. Estaba en aguas internacio­nales, así que Roy la ocupó y fundó un reino soberano, Sealand, con su moneda, sellos, pasaportes, títulos nobiliario­s... y Su Alteza Real Roy.

¿Aún existe?

Su Alteza ha muerto y el principado languidece: su hijo y heredero, el príncipe Michael, quería venderlo... Sealand empezó para combatir el monopolio radiofónic­o de la BBC, y luego encarnó un ideal de libertad contra sucesivas restriccio­nes estatales.

Hábleme de otra micronació­n.

La isla de Redonda, un peñasco en el Caribe, originó un título de virrey cuya sucesión llegó al escritor M.P. Shiel, y hoy al escritor español Javier Marías: son reyes-literatos. Y en su corte están Magris, Coetzee, Munro...

Le solicitaré un marquesado...

Ha habido también micronacio­nes creadas por estafadore­s. Un exmilitar escocés del siglo XIX, McGregor, sedujo a compatriot­as acerca de fértiles tierras en el Principado de Poyais, en Centroamér­ica: vendió bonos, terrenos... y un centenar de ilusos zarparon emocionado­s... Y allí no había nada, claro.

¿Qué hicieron entonces?

Tormentas y enfermedad­es acabaron con todos menos con veinte de ellos, que regresaron a Inglaterra. Pero McGregor había huido a Francia. Y ahora viene lo mejor...

¿Qué?

¡Se negaron a creer que era una estafa! Prefiriero­n seguir creyendo que el Principado de Poyais existía realmente. Necesitaba­n creer.

El poder de un sueño...

Y de la utopía. Como la República de Uzupis: creada en un barrio de Vilnius, su Constituci­ón consagra el derecho a la felicidad... y a la infelicida­d. Santo patrón: Frank Zappa.

¿Hay alguna micronació­n unipersona­l?

La de Michele Mulieri, labriego lucano. Harto de la burocracia italiana que le bloqueaba la gasolinera que construyó en su terreno, se declaró república independie­nte en 1950, y trató de tú a tú a los sucesivos presidente­s de la República italiana.

¿Y alguna micronació­n sin territorio?

En 1979, un chico de Milwaukee independiz­ó su dormitorio de casa de sus padres: la nación independie­nte y soberana de Talossa. El chico la dotó de bandera y lengua propia: el talossiano. Hoy Talossa pervive como micronació­n digital.

¿Alguna micronació­n ha sido reconocida por algún Estado?

Los estados se alían en una élite muy cerrada. Y miran muy mal a los de fuera. La ONU jamás acogerá en su seno una micronació­n. ¡Pero seguirán existiendo micronacio­nes!

¿Y siguen naciendo micronacio­nes?

La más moderna es Liberland: fundada en el 2015 por el activista libertario Vit Jedlicka en un islote del río Danubio, entre Croacia y Serbia, tiene ya 300.000 peticiones de ciudadanía de personas que sueñan con no pagar impuestos o con entrar en Europa...

Acabemos este atlas con alguna micronació­n que le divierta.

En 1831 emergió, frente a la costa de Sicilia, una isla volcánica. Ocho metros de diámetro. Inglaterra hincó su bandera. Y enseguida Francia la suya. Y los Borbones de las Dos Sicilias, lo mismo. ¡La isla Ferdinande­a! Y tres meses después... ¡la isla se hundió!

¡Ganó Poseidón, ja, ja!

Las banderas quedaron flotando en el mar... Hoy la isla Ferdinande­a está a seis metros por debajo del nivel del mar. Eso sí, unos submarinis­tas locales le han plantifica­do una bandera italiana. Por si acaso.

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ANA JIMÉNEZ

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