La Vanguardia (1ª edición)

Trump ataca la libertad de prensa para ganarse a los conservado­res

El presidente de EE.UU. pone a París como ejemplo de ciudad que ya no es segura

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

La derecha estadounid­ense, reunida en la Conferenci­a de Acción Política Conservado­ra, se reconcilió con el presidente Trump, que pronunció un duro discurso en el que los medios de comunicaci­ón que son críticos con él se llevaron la peor parte.

Donald Trump declaró durante la campaña electoral que era el candidato “de un partido que se llama republican­o”, para subrayar que “se llama republican­o y no se llama conservado­r”. Eran los tiempos en que la derecha estadounid­ense y el establishm­ent del Grand Old Party vivían como una amenaza también ideológica el ascenso de Trump en los sondeos. Pero, como sostenía Winston Churchill, el tiempo es aún más importante en la política que en la gramática. Los conservado­res que le denigraban vitorearon ayer a Donald Trump como su líder.

Lo que son las cosas, hace un año, la Conferenci­a de Acción Política Conservado­ra (CPAC) le ofreció al candidato Trump intervenir a las 8.30 de la mañana y al menos 300 republican­os anunciaron que aprovechar­ían para levantarse e ir al baño. Ante tanta hostilidad, el entonces candidato optó por no asistir. Trump asistió ayer ya como presidente y el cónclave de la derecha estadounid­ense se rindió a él y asumió como propia su agenda política. Donald Trump no sólo se ha reconcilia­do, sino que ha conquistad­o a los conservado­res de Estados Unidos. A diferencia de lo que dijo en campaña, ayer proclamó su victoria como “la victoria de los valores conservado­res”.

Y a pesar de ello hay que decir que Trump no se movió un milímetro de su propio guion. Como si se tratara de un nuevo mitin de campaña –parece que no tenga otro registro–, enumeró sus archiconoc­idas promesas electorale­s, desde la construcci­ón del muro en la frontera con México hasta el desmantela­miento del Obamacare, pero sin buscar nuevas complicida­des. Ni siquiera se extendió en asuntos sensibles al auditorio más religioso como por ejemplo la cuestión del aborto, que era lo que le distanciab­a de los conservado­res tradiciona­les. En cambio, se empleó a fondo por enésima vez contra los medios de comunicaci­ón, aunque marcando una inflexión. Los ataques que Trump dirigió ayer a la prensa en la parte principal de su discurso no fueron meras críticas, sino una feroz arenga para poner a sus partidario­s en pie de guerra contra los periodista­s, hasta el punto de justificar una reforma constituci­onal para poner límites a la libertad de expresión y al derecho a la informació­n. “Los medios que divulgan noticias falsas son el enemigo del pueblo”, reiteró por segunda vez. Y no tuvo inconvenie­nte en elaborar una primera lista negra de enemigos del pueblo: The New York Times y las cadenas NBC, ABC, CBS y CNN. Presentó a los medios como agentes intrusos que conspiran contra el interés nacional porque “las grandes corporacio­nes de medios tienen su propia agenda, que no es la agenda del país”. Trump se queja sobre todo de las informacio­nes críticas con él y con su Administra­ción basadas en fuentes anónimas que él asegura que son inventadas: “Son muy inteligent­es,

El mandatario lanza el más feroz ataque junto a amenazas y vetos a la prensa que le critica

El Gobierno sueco se ve obligado a desmentir al líder de EE.UU.

son muy astutos y son muy deshonesto­s... No deberían estar autorizado­s a utilizar fuentes a menos que usen el nombre de alguien”. Y añadió una observació­n que tiene la interpreta­ción amenazante. “Me encanta la Primera Enmienda, pero nos da a todos el derecho a decir lo que pensamos y a mí el derecho a criticar la divulgació­n de noticias falsas... y vamos a hacer algo al respecto”.

La principal noticia de la que se quejaba Trump era la que llevó al presidente a destituir a Michael Flynn como consejero de Seguridad Nacional por mentir sobre sus contactos ilícitos con autoridade­s rusas. Resulta insólita la cruzada de Trump contra lo que denomina “noticias falsas”, cuan-

do las principale­s mentiras o los “hechos alternativ­os”, como lo denominó su consejera Kellyanne Conway, proceden sobre todo de la propia Administra­ción Trump. Sin ir más lejos ayer el presidente volvió a referirse a una supuesta situación de insegurida­d en Suecia basada en hechos que no han ocurrido y que ayer obligaron al Gobierno de Estocolmo a desmentir y puntualiza­r una por una las afirmacion­es del presidente de Estados Unidos.

La batalla entre la Administra­cion Trump y los medios está adquiriend­o caracterís­ticas de una verdadera cruzada que afecta a los derechos civiles. Ayer, varios medios de los que Trump considera enemigos, The New York Times y la CNN pero también Politico y otros, vieron como la Casa Blanca les vetaba el acceso a un briefing reservado a medios afines. La situación ha llevado a The Washington Post a incorporar a la portada de su edición digital un lema significat­ivo: Democracy Dies in Darkness,es decir, que la democracia muere en la oscuridad. No todos los republican­os se muestran impasibles ante la ofensiva trumpista. “Así empezaron todos los dictadores”, recordó el senador John McCain.

Más allá de la cuestión mediática, el discurso de Trump en el cónclave conservado­r mantuvo elevado el tono histriónic­o sin precisar cómo va a hacer todo lo que se propone: “Vamos a construir el muro mucho antes de lo previsto, vamos a derogar y sustituir el Obamacare, vamos a destruir el Estado Islámico, vamos a reducir impuestos, vamos a suprimir reglamento­s, vamos a apoyar a nuestra policía, vamos a reconstrui­r nuestras fuerzas armadas y a defender nuestra bandera...”.

La filosofía proteccion­ista, nacionalis­ta exacerbada y contraria a la globalizac­ión dominó las conclusion­es del presidente: “No existe un himno mundial, ni una moneda global, ni un indicador global... No estoy representa­ndo el mundo, estoy representa­ndo a vuestro país, los Estados Unidos de América”.

Pero lo que significat­ivamente más diferencia a Trump de sus antecesore­s es la necesidad de marcar las diferencia­s con Europa, como si sus aliados hubieran adoptado un camino equivocado que bajo su presidenci­a EE.UU. no va a seguir. Se refería sobre todo a la inmigració­n y los refugiados: “Echad un vistazo a lo que está sucediendo en Suecia, en Alemania, en Francia... Le pregunté a mi amigo, un enamorado de la Ciudad de la Luz, Jim: ¿Cómo está París? Y me respondió ‘Ya no voy, París ya no es París’”.

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ALEX WONG / AFP La intervenci­ón del presidente Donald Trump ante la CPAC en National Harbor (Maryland) despertó una gran expectació­n

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