El ruido de la rueda estropeada
EL fabulista Esopo escribió que la rueda más estropeada del carro es la que hace más ruido. El ruido de estos últimos días alrededor de los tribunales (el relevo de fiscales en puestos relevantes, la decisión de que Urdangarin no entre en prisión, las nuevas imputaciones a la Mesa del Parlament...) no contribuye al prestigio de la justicia. Una parte de esta estridencia es interesada (en estos momentos hay grupos sociales y políticos que intentan desprestigiar las instituciones), pero la otra es preocupante, porque pone de manifiesto que es imprescindible volver a marcar las líneas que separan la política de la justicia.
Ciertamente, ver a un fiscal como Pedro Horrach cambiando de opinión desde el “no descarto pedir el ingreso en prisión de Urdangarin por la gravedad de las penas” hasta la solicitud final de una fianza para eludir la cárcel desconcierta. Sorprende tanto como ver a este representante del ministerio público de gira por los magazines de las televisiones para justificarse. Todo es tan disparatado como comprobar que tertulianos de toda suerte y condición acaban opinando de la sentencia de 800 páginas sin haberla leído. Ni hojeado.
Tampoco es una buena noticia que releven al fiscal jefe de Murcia tras querellarse contra el presidente de esta comunidad por presuntos delitos cometidos por el caso Auditorio. Y aún habría que añadir que los cambios de los últimos días del fiscal jefe Anticorrupción y de la Audiencia Nacional sin dar explicaciones no resultan una buena praxis.
Pero, con todo, la justicia avanza implacable. El caso de las tarjetas black se ha saldado con penas de 120 años (que incluyen a un exvicepresidente). Poca broma. Y 300 banqueros se enfrentan a peticiones de cárcel por su mala gestión, como parte de los 3.000 investigados por corrupción relacionados con la política. Demasiada gente mira alterada a una justicia que lleva una venda en los ojos, pero es preocupante que algunos le quieran quitar el antifaz.