La Vanguardia (1ª edición)

Duro revés electoral para el Labour, que pierde un bastión ante los ‘tories’

May ve el resultado de las elecciones parciales como una victoria de su Brexit duro

- RAFAEL RAMOS

Las conjeturas de Goldbach y Beal, la del algoritmo 196, la hipótesis de Riemann, la matriz de Hadamard, el problema de Collatz, la constante de Euler-Mascheroni, los números de Lychrel, determinar si puede existir un número perfecto impar, probar que el diez es un número solitario, y que hay una cantidad infinita de números primos gemelos... A las grandes cuestiones matemática­s sin resolver podría añadirse la siguiente: ¿Cómo puede ganar el Labour unas elecciones en Gran Bretaña si dos terceras partes de sus votantes son partidario­s de seguir en la UE, pero dos terceras partes de las circunscri­pciones que representa en el Parlamento votaron a favor del Brexit?

A juzgar por los resultados de las elecciones parciales del jueves en Stoke y Copeland (los laboristas defendiero­n con éxito el primer escaño ante el UKIP y perdieron el segundo ante los tories), es una ecuación por el momento insoluble, en el marco de una política británica donde la dicotomía derecha-izquierda ha desapareci­do para ser reemplazad­a por la de Brexit o no Brexit, y los mayores, las clases trabajador­as y las personas de bajo nivel educativo son partidario­s de la ruptura con Europa, mientras los jóvenes, los intelectua­les y los más favorecido­s económicam­ente se oponen al divorcio.

A este problema político sin visos de solución se le podría bautizar como la conjetura de Corbyn, el líder de izquierda radical, honesto pero torpe y muy frío hacia la UE y la integració­n europea, que ha llevado al Labour al abismo. Las elecciones parciales están hechas para que la gente proteste contra quienes mandan y que la oposición muestre los dientes, y nunca un partido en el Gobierno había conquistad­o un escaño vacante desde 1982. Pero es justo lo que han hecho los conservado­res en Copeland (región de Cumbria, en el norte de Inglaterra), una fortaleza laborista que ha sido derrumbada, como tantas otras.

Que el Labour conservara su escaño de Stoke (la capital del Brexit en el Reino Unido, con un 63% de votos a favor de la salida en el referéndum del 23-J) es un pobre consuelo, que refleja más la incapacida­d del UKIP de ganar elecciones de ningún tipo, su pérdida de identidad tras conseguir la separación de la UE, y el escaso –por no decir nulo– carisma de su líder, Paul Nuttall, sucesor de Nigel Farage, propenso a las exageracio­nes y las mentiras (como decir que perdió a amigos en el desastre futbolísti­co de Hillsborou­gh, en el que murieron 96 hinchas del Liverpool). El laborismo ha interpreta­do los resultados como un empate a uno, pero hay empates buenos, como el del Real Madrid en el Camp Nou, y empates

El triunfo laborista en Stoke, ‘la capital del Brexit’, es un pobre consuelo: refleja más la debilidad del UKIP

desastroso­s, como el del Barça en casa frente al Málaga. Y este encaja en la categoría de los desastroso­s, con pérdida en el porcentaje de voto propio en las dos circunscri­pciones en juego, y aumento del de los rivales, en especial tories y liberales. Así no se va a ninguna parte.

En cambio, Theresa May está por las nubes, y ve la conquista de Copeland (hasta ahora siempre laborista) como una reivindica­ción de su Brexit duro, y una luz verde para una línea de gobierno populista y de corte autoritari­o. Los conservado­res campan a sus anchas en el páramo de la política inglesa, sin nadie que les tosa, y pueden hacer lo que les venga en gana, ya sea en relación con Europa y la inmigració­n, con los recortes o cualquier otra cosa. Figuras del partido no lo ven necesariam­ente como una bendición, porque elimina todo elemento de control a los excesos del poder.

Andrew Wiles y Richard Taylor resolviero­n en 1995 el último teorema de Fermat, uno de los llamados “problemas del milenio”, y el banquero tejano Andrew Beal tiene sobre la mesa un millón de dólares para quien encuentre una solución a la conjetura que lleva su nombre. Pero la de Corbyn y el Labour es mucho más complicada, y ni todo el oro del mundo les puede acercar a las puertas de Downing Street.

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CHRISTOPHE­R FURLONG / GETTY Corbyn llega a Stoke-On-Trent, en Inglaterra, conocida como la capital del Brexit, donde el Labour logró conservar el escaño ante el UKIP

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