Economía y referéndum
Yo no creo, sinceramente, que Catalunya llegue a ser independiente del resto de España pues ni hay aquí el suficiente consenso sobre el particular ni hay ningún apoyo externo significativo que vaya en tal dirección, pero resulta a todas luces evidente que una Catalunya que alcanzara la independencia debería luchar por ser una economía fuerte y competitiva.
Por esta razón no comprendo por qué algunos miembros del Govern de la Generalitat defienden a capa y espada que no hay contactos con el Gobierno de España para hacer avanzar dossiers, que podrían ayudar a un diálogo constructivo como está recordando el delegado del Gobierno para Catalunya, Enric Millo.
Entiendo que Junts pel Sí, la CUP, otros grupos que están por el derecho a decidir –que nadie sabe muy bien lo que significa en términos prácticos– y algunos ilusionados por la utópica independencia quieran que se cumpla con los compromisos adquiridos con sus partidarios respecto a celebrar un referéndum para intentar conseguir una mayoría de personas que quieran separarse de España, pero no entiendo que ello deba comportar no aceptar que hoy por hoy seguimos formando parte de España, como así ha sido desde la dominación romana y por mucho que algunos quieran adoctrinar a los indecisos respecto a que debemos separarnos del resto de España como un utópico nuevo Estado de Europa.
Y formando parte de España no podemos jugarnos nuestra realidad cotidiana dejando de participar en los cónclaves de presidentes autonómicos, no participando directamente en las discusiones sobre el nuevo modelo de financiación autonómica o dejando que el Gobierno de España prefiera negociar con entidades asociativas catalanas antes que con el propio Govern, por la sencilla razón de que el Govern solamente quiere hablar del referéndum y de una futura independencia por no fiarse –probablemente con una cierta razón– de que el Gobierno haga concesiones substanciales en todas las quejas que los presidentes Mas y Puigdemont han puesto sobre la mesa.
Todos queremos que la economía catalana vaya aún mejor de lo que ahora está yendo pero ello no se va a conseguir con manifestaciones multitudinarias, con desobediencias al Tribunal Constitucional ni con victimismo respecto a Madrid o desplantes al Gobierno estatal que –lo aceptemos o no de buen grado– es el que administra una parte del gasto público que está a la base del desarrollo de las infraestructuras necesarias para nuestro desarrollo económico y social.
Si Catalunya fuera una economía autárquica podría plantearse vivir de espaldas a Madrid o hasta despreciar al resto de España y de Europa pero, afortunadamente, Catalunya está abierta al resto del mundo, y su articulación con él y con los organismos internacionales pasa por Madrid. El diálogo sensato con el Gobierno debe imponerse a la obsesión monotemática por el referéndum.
Catalunya está abierta al resto del mundo, y su articulación con él pasa por Madrid