La verdad de la mentira
La mentira es un bolero. Como casi todo lo que sucede en la vida, este género musical ha sabido reducir a poco más de tres minutos lo que los grandes pensadores abordaron en tratados concienzudos o estudios profundos. Platón, Aristóteles o san Agustín nos ilustraron sobre uso, perdón o condena del embuste, mientras que Álvaro Carrillo destila motivo y reproche en una canción titulada Se te olvida en la que recuerda el pasado común, recrimina el motivo del desamor y advierte de la posible y contundente reacción por despecho. Planteamiento, nudo y desenlace al compás de una melodía fijada en la memoria sentimental.
Poco más o menos lo que tuvieron tiempo de decirse Rajoy y Puigdemont en la Moncloa hace menos de dos meses. Un Se te olvida permanente que pretendía justificar sus bloqueadas posiciones concretadas en un claro distanciamiento que sirvió para concertar dos acuerdos: mantener en lo posible el encuentro en secreto y ponerle fecha a otro, oficial y público, que sigue a la espera. Por lo demás, nada.
En la sesión de control parlamentario del día sacudido por la exclusiva de La Vanguardia, la oposición hizo buena aquella sentencia de Rabindranath
Definitivamente, cada vez son más las ocasiones en las que algunos hablan por no callar
Tagore que habla de quienes sólo se fijan en el dedo cuando este señala la Luna. Y se enzarzaron con el silencio político del president mientras evitaban preguntarle por lo importante: el contenido de la conversación, las posibilidades reales de acuerdo o la dimensión del riesgo en caso contrario. Algo que no hicieron a la misma hora y en el mismo modelo parlamentario con Rajoy en el Congreso porque quienes hubieran podido tener algún interés en hurgar en esa herida habían quedado noqueados por su desmentido previo a la evidencia posterior.
Y ahí está el meollo de la cuestión. En el bochorno público como consecuencia de un hecho ya confirmado después de haberlo negado sin paliativos. Igual les pasó a otros en Barcelona y han quedado retratados. Definitivamente, cada vez son más las ocasiones en las que algunos hablan por no callar. Y se erigen en proclamadores de verdades absolutas cuando estas cada día son más relativas. Especialmente en política, que es donde la mentira se ha utilizado impunemente para despistar o aclamar. En este sentido, Trump ha venido a oficializar de manera burda e iletrada lo que con mayor o menor sofisticación los hijos de Maquiavelo ya practicaban contraviniendo la moral exigida a los demás. Una hipocresía que erosiona la credibilidad para siempre y pone en duda cualquier aseveración futura.
No obstante, al final, lo que queda del encuentro es que no hay novedad en el frente. Por eso el bolero adquiere la fuerza de la verdad y resuelve: “Por mi parte, te devuelvo tu promesa de adorarme, ni siquiera sientas pena por dejarme, que este pacto no es con Dios”. ¿Quién de los dos lo está ensayando?