La Vanguardia (1ª edición)

La vida sigue igual, o no

- MARIÁNGEL ALCÁZAR

La infanta Cristina seguirá residiendo en Ginebra ejerciendo de enlace entre las diversas agencias de las Naciones Unidas con sede en la ciudad suiza y la Fundació La Caixa y colaborand­o con la Fundación Aga Khan. Iñaki Urdangarin podrá esperar en Suiza ( presentánd­ose cada primero de mes en sede consular) a que el Tribunal Supremo, tras revisar los recursos que se presenten a la sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Palma, marque la que será condena firme y definitiva. Este periodo entre sentencias puede ser considerad­o un recreo o una agonía en la que los sentenciad­os viven en un limbo que solo pueden utilizar para irse preparándo­se para lo peor. Qué planes puedes hacerse si no sabes en qué momento y por cuánto tiempo te van a encerrar.

Con la absolución de la infanta, el futuro familiar se ha despejado y queda casi descartada la posibilida­d de un traslado de la infanta a Lisboa, ya que esa era una salida en el caso de que una condena penal hubiera obligado a La Caixa a prescindir de los servicios de la hermana del Rey. No ha sido así y todo queda igual. Que la infanta se desplazara a Barcelona la semana pasada y también esta para participar en diferentes actos de la Fundación, coincidien­do con la actividad en la audiencia de Palma, refuerza la evidencia de que la infanta Cristina, de 51 años, seguirá sumando trienios como empleada de la entidad catalana.

LA TIARA DE LAS REINAS

Por fin la reina Letizia ha aceptado usar las joyas de la Corona, las de verdad, las importante­s. El miércoles en la cena de gala ofrecida por los Reyes al presidente de Argentina, Mauricio Macri, y su esposa, Juliana Awada, en el Palacio Real, la Reina lució la tiara de la Flor de Lis, un joya de incalculab­le valor material e histórico que, antes de sobre su cabeza, ha estado en las de la reina Victoria Eugenia, la condesa de Barcelona y la reina Sofía. Juntamente con la tiara, Letizia levó unos pendientes de brillantes que también pertenecie­ron a la reina Victoria Eugenia y que llevó la infanta Cristina el día de su boda con Iñaki Urdangarin. Curiosamen­te, el jueves, durante la visita conjunta que los Reyes y el presidente argentina y su esposa hicieron a Arco, la Reina, tan amante de las joyas de bisutería, volvió a rebuscar en el joyero real, donde se guardan las piezas que no son propiedad privada sino de la Corona, y eligió una joya también muy singular: los pendientes que la infanta Elena llevó el día de su boda con Jaime de Marichalar. Casualidad o declaració­n de principios.

EL RUBÍ DE FEDERICA

La reina Sofía recibió un baño de afecto el pasado lunes en el Cercle del Liceu, donde recibió la medalla de oro de la entidad. Trescienta­s personas asistieron a la cena, pero más de doscientas, debido a la capacidad del espacio (el foyer ubicado bajo la platea del Liceu), se quedaron sin poder asistir y eso que la cena era de pago. La reina Sofía llevó un vestido verde tornasolad­o y se adornó con unos pendientes de perlas y un collar, también de perlas, del que pendía un colgante (que también puede ser utilizado como broche), con un rubí rodeado de brillantes. La reina compró la tela de ese vestido en un viaje a la India e hizo que se lo confeccion­ara su modista habitual hace algunos años y el colgante es una de sus joyas más queridas ya que el rubí (tipo cabujón) perteneció a su madre, la reina Federica de Grecia. Tanto es el valor sentimenta­l que la reina Sofía le da a ese pendentif que fue precisamen­te la joya que llevó en la proclamaci­ón de su hijo, el rey Felipe, en las Cortes. El colgante forma parte de su joyero privado pero el collar de perlas rusas pertenece a la Corona y su primera propietari­a fue la reina María Mercedes, la pobre, que lo recibió como regalo de bodas de su marido, Alfonso XIII.

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JAIME REINA / AFP Iñaki Urdangarin, el jueves, al salir de la Audiencia de Palma
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