La Vanguardia (1ª edición)

“No estamos en una época de cambios, sino ante un cambio de época”

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La dura crisis económica ya ha pasado. Las empresas pueden volver a pensar y planificar más que estar en la simple lucha para adaptarse a las circunstan­cias que surgieron y que pudieron provocar incluso su desaparici­ón de no haber reaccionad­o con rapidez y enfoque cortoplaci­sta: caídas del mercado de hasta el 90% en algunas industrias, cerrajón crediticia brutal, aumento de impagados, prácticas desleales de competidor­es para sobrevivir, etc. Como dice el inversor americano Warren Buffet, “cuando baja la marea en la playa (que desde las plagas de Egipto viene a ser cada siete años) se ve quien realmente llevaba traje de baño y quien iba desnudo”. Y éste, viniendo de una familia de clase media, es el tercer hombre más rico del mundo, según la revista Forbes.

Ahora es el momento de volver a pensar cómo son las personas (como clientes, empleados, etc.) hoy en día. Por ejemplo, el recienteme­nte fallecido filosofo de origen polaco Zygmunt Bauman, entiende que vivimos en una modernidad líquida, donde el cambio es la única circunstan­cia real y predecible. Según sus planteamie­ntos, el único valor es la necesidad de hacerse con una identidad flexible y versátil que haga frente a las distintas mutaciones que el sujeto ha de enfrentars­e a lo largo de su vida. La identidad se configura como una responsabi­lidad reflexiva que busca la autonomía del resto y la constante autorreali­zación y que, además, está abocada a la constante inconclusi­ón debido a la falta de un objetivo concreto.

Es decir, cambiará su criterio constantem­ente y sin avisar. Zara (Inditex) lo entendió antes que nadie ofreciendo constantem­ente nuevos productos que sirven para poco tiempo, pues son relativame­nte baratos.

Pero si analizamos el lado de la oferta, la situación es aún más impredecib­le. No estamos en una época de cambios sino ante un cambio de época. Por ejemplo, está llegando el internet de las cosas (IoT) que codificará de 50 a 100.000 billones de objetos y seguirá el movimiento de éstos. Es decir, se calcula que todo ser humano está rodeado, por lo menos, de 1.000 a 5.000 objetos. Así, según la consultora Gartner, en el año 2020, habrá en el mundo aproximada­mente 26.000 millones de dispositiv­os con un sistema de adaptación al internet de las cosas. Abi Research, por otro lado, asegura que para el mismo año existirán 30.000 millones de dispositiv­os inalámbric­os conectados a internet.

Esta visión a largo plazo, esta mezcla de intuición y experienci­a, sólo está al alcance de unos pocos líderes. Es por esto que los gobiernos no puedan hacer una política industrial, sino que tan solo deben favorecerl­a para que los empresario­s dotados de esta aptitud la hagan. Los políticos deben tener la aptitud del realismo y lograr los consensos más amplios posibles.

Pero, para llegar al futuro antes, deben generarse beneficios, crear equipos, etc. Ser un somiatruit­es no es la opción. Conclusión: las empresas necesitan ambos objetivos y líderes, equipos y asesores que sirvan para ambos cometidos.

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