La Vanguardia (1ª edición)

El valor de un empleo

- Cristina Sánchez Miret C. SÁNCHEZ MIRET, socióloga

Cristina Sánchez Miret recuerda la importanci­a para los jóvenes de tener un puesto de trabajo que no sólo les permitirá pagar las facturas, sino que les dará un lugar en la sociedad: “Su posición social no puede pasar eternament­e por sus padres –cuando menos en la mayoría de casos– y (..) de lo que acaben trabajando determinar­á, en buena medida, lo que acabarán pudiendo ser socialment­e hablando y, en definitiva, la manera cómo podrán vivir. Una lección pura y dura de estructura social”.

La reacción de un hombre al encontrar trabajo ha corrido como la pólvora en la red. En el vídeo, muy corto, que ha colgado un trabajador de la empresa, se ve cómo salta, literalmen­te, de alegría al salir de una entrevista en el Reino Unido. Es un sintecho –vive en un refugio y para comer depende de lo que le dan– al que le han ofrecido unos días de prueba en un trabajo que, si hace bien, puede suponer un contrato indefinido.

En mi caso lo veo después de haber ido a una charla de padres para los alumnos de segundo de bachillera­to que tienen que escoger el camino que seguir al acabar estos estudios. De hecho, lo que les toca hacer es empezar a escoger su camino para convertirs­e en miembros adultos de nuestra sociedad. Por edad podrían estar trabajando –hay muchos nacidos el mismo año que lo hacen o lo intentan–; ellos son unos privilegia­dos dado que han podido seguir estudiando y en principio, la mayoría, seguirán estudiando todavía unos años más. Ahora bien, lo que interesaba en la charla no era el conocimien­to que todavía podían alcanzar, lo que querían saber era de qué trabajábam­os, qué hacíamos y cómo habíamos llegado a nuestros puestos de trabajo.

En definitiva, acercarse al mercado laboral porque aunque les queda lejano saben que es al que se encaminan; entienden perfectame­nte que su posición social no puede pasar eternament­e por sus padres –cuando menos en la mayoría de casos– y que, por lo tanto, de lo que acaben trabajando determinar­á, en buena medida, lo que acabarán pudiendo ser socialment­e hablando y, en definitiva, la manera cómo podrán vivir. Una lección pura y dura de estructura social.

En nuestro mundo las oportunida­des de vida pasan por el mercado, incluso en aquellos casos que no lo parece, y por ello es tan importante no quedarse fuera. Este indigente, al que no le puedo poner nombre, lo sabe muy bien, hasta el punto que queda en segundo plano qué tipo de trabajo y sueldo le han ofrecido; aunque estos son también aspectos decisivos. No es que me guste que el mercado determine quiénes podemos ser, y es evidente que somos mucho más o mucho menos que lo que el mercado nos reconoce, pero el protagonis­ta del vídeo salta de alegría porque sabe muy bien, por experienci­a vivida, que a pesar de que esta –la nuestra y la suya– es una sociedad de derechos no se le reconocen efectivame­nte si no los puede pagar.

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