La Vanguardia (1ª edición)

Borrar la memoria

- Suso Pérez Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector (defensor@lavanguard­ia.es) o llamar al 93-481-22-10

Los medios de comunicaci­ón son también memoria de una sociedad. En el caso de La Vanguardia es innegable que su presencia en el seno de la sociedad catalana desde hace 136 años constituye un auténtico libro de historia, como lo demuestra una visita a la hemeroteca del diario. La nueva realidad digital ha traído al ámbito del periodismo herramient­as impensable­s hasta hace bien poco y entre ellas no es poco importante la posibilida­d de modificar lo publicado en la web e, incluso, de eliminarlo.

Modificar una informació­n significa corregirla o completarl­a, y eso resulta enormement­e positivo. Eliminarla introduce factores de mucho mayor calado y ahí emerge una casuística en la que ahora mismo están involucrad­os los medios con presencia digital. ¿Se puede borrar una informació­n? ¿Se debe?

Vayamos ya al ejemplo concreto: hace un tiempo, una persona que había padecido una situación laboral que considerab­a anómala e injusta se puso en contacto con este diario para exponer su caso. Un redactor recogió la informació­n y la publicó como un reportaje, con fotografía­s tomadas al protagonis­ta con su pleno consentimi­ento. El reportaje se publicó en la edición de papel y fue reproducid­o en la versión digital. Meses después, esa persona pide al diario que se borre la noticia de internet aduciendo que se trató de un triste episodio de su vida laboral que querría olvidar.

El caso no es simple. Existen situacione­s en las que está claro que una informació­n no puede marcar el resto de la existencia de una persona. Como cuando alguien llevado a juicio resulta finalmente absuelto. No sería justo (de hecho, sería una pena efectiva) que su identidad saliera siempre asociada a esa investigac­ión cada vez que se teclea su nombre en un buscador. Lo que se puede hacer en estos casos es desindexar sus datos de los motores de búsqueda, de manera que la noticia no se borra pero tampoco cuenta con una relevancia especial. Vendría a ser como buscarla en la hemeroteca de papel, donde, obviamente, jamás será borrada.

El ejemplo expuesto no es exactament­e comparable. La persona de la que se habla en esta columna quiso contar voluntaria­mente su caso como una forma de denuncia. Así lo valoraron el periodista que hizo la informació­n y sus jefes en la redacción, que entendiero­n que esa historia tenía relevancia para el público, ya que sacaba a la luz una situación que existe en determinad­os ambientes laborales y que ha merecido estudios científico­s que le han puesto nombre. Ese enfoque, en el que una experienci­a individual sirve para explicar un problema colectivo, sigue siendo válido.

No es un análisis fácil, los periodista­s somos consciente­s de ello. Por eso he querido consultar el caso con la abogada Ruth Sala Ordóñez, del despacho Legal Consultors, especializ­ada en delitos informátic­os. Para la letrada, es importante resaltar el hecho de que “la noticia fue consentida, se dio tiempo atrás sin que existiera inconvenie­nte alguno. Al contrario, se utilizaron los medios de comunicaci­ón para hacer denuncia pública de unos hechos que ocurren y no se ven”. Es por ello que, a juicio de la abogada Sala Ordóñez, “sigue prevalecie­ndo el interés público y la libertad de expresión”.

El tema es importante y no se acaba en esta columna. La reflexión seguirá viva y recibirá más aportacion­es. Pero es relevante señalar que la labor de los periodista­s es contar lo que ocurre y que el valor de esa informació­n no caduca ni es volátil. Y que, por tanto, no se puede eliminar porque sí. Un periódico es memoria de lo que pasa, también en el mundo digital.

La labor de los periodista­s es contar lo que ocurre y el valor de esa informació­n no caduca ni es volátil. O sea que no se puede eliminar porque sí

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