La Vanguardia (1ª edición)

Un trébol de cuatro hojas para los Verdes holandeses

EL CARISMA Y LA FRESCURA DE JESSE KLAVER, EL ‘JUSTIN TRUDEAU HOLANDÉS’, CATAPULTA A GROENLINKS AL MEJOR RESULTADO DE SU HISTORIA

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas. Correspons­al

Quienes han visto crecer a Jesse Klaver no se sorprender­ían de verlo convertido en la auténtica estrella de la noche electoral el 15 de marzo en Holanda. “Cuando tenía 16 años, me levantaba cada mañana preguntánd­ome cómo íbamos a mejorar el mundo ese día”, contó hace unos años al diario Trouw. A los 18 años, Klaver empezó a decir que quería ser primer ministro de su país. Y echó a andar. Hace diez días, Klaver, a sus 30 años, se subió al podio de GroenLinks, la izquierda ecologista, para celebrar el mejor resultado de la historia del partido. “¡Jesse, Jesse, Jesse, Jesse!”, le aclamaban.

El carisma, talento y frescura de político de raíces extranjera­s ha dado vida a un partido en horas bajas y se ha convertido en una auténtica amenaza para la superviven­cia del Partido Laborista holandés (PvdA), al tiempo que una esperanza para los partidos de izquierda de toda Europa. Sin esfuerzo aparente pero con mucho trabajo y mucha estrategia por detrás, Klaver ha sabido unir a viejos y nuevos militantes y atraer simpatizan­tes con su mensaje de ilusión y cambio, siempre dentro de los cauces del sistema.

Su mentora en el centro donde cursó un grado en Estudios Sociales, Maike Kooijmans, contaba hace unos meses en un programa de la televisión pública holandesa una anécdota que da idea del magnetismo que irradiaba Klaver a sus 18 años. El primer día de clase, los alumnos tenían que sentarse en círculo en el suelo, en plan asamblea, para presentars­e. Ella se había llevado una sillita plegable. “Una hora después, era él quien estaba sentado en la silla. No sé cómo ocurrió. Todo el mundo le escuchaba. Realmente tenía una historia que contar sobre los cambios en el mundo y el papel de los trabajador­es sociales”.

Admirador de Barack Obama y fan de la política estadounid­ense en general, su campaña ha tenido un estilo muy americano. Muy activo en las redes sociales, no ha dado mítines al uso. Ha organizado lo que llama meet up, reuniones en teatros y auditorios a los que llega como si fuera una estrella de rock. Los trajes de sus inicios han dado paso a un look más desenfadad­o, pantalón de raya con camisa blanca remangada y sin corbata. Los locales se han llenado de gente que en muchos casos nunca había votado a GroenLinks. Al más puro estilo estadounid­ense pero con el toque informal holandés, su mujer, Jolein, ha sido un activo más de la campaña (no sus dos hijos, de corta edad). Por las similitude­s de su discurso y su gran parecido físico se le compara con Justin Trudeau. Él se deja regalar los oídos y señala como diferencia que está mucho menos musculado que el primer ministro de Canadá.

Escuchar un discurso de Klaver es escuchar la historia de su vida. Un relato lleno de esfuerzo e ideales, con capacidad de inspirar a miles de personas, en abierto contraste con el lenguaje tecnocráti­co de otros partidos, por no hablar del mensaje del odio de Geert Wilders. Klaver repite con insistenci­a su amor por Roosendaal, la ciudad donde nació, y el barrio de Weststrand, el modesto barrio donde se crió. Su nombre completo es Jesse Feras Klaver. JFK, aunque el primer apellido dejó de usarlo hace tiempo. Es el de su padre, marroquí, al que no conoció. No le guarda rencor. Tuvo una infancia feliz. Se crió con sus abuelos (ella, de origen indonesio) en una vivienda social. Fue su abuelo, fundador de un grupo ecologista local, quien lo inició en las luchas sociales.

En neerlandés, su apellido materno, Klaver, significa tré- bol. El suyo es de cuatro hojas. Con 20 años se afilió a las juventudes de GroenLinks, que dirigió antes de convertirs­e en diputado, el más joven de la historia de Holanda, en el 2010. Tenía 24 años. Su talento no pasó desapercib­ido. Aprovechó cada oportunida­d que se le presentó para darse a conocer y trabajó en la transforma­ción interna del partido, cuyo mando asumió en el 2015.

En estas elecciones, han pasado de 4 a 14 diputados. De un 2,3% de apoyos a un 9,1%. De la octava a la quinta posición. Puede sonar a poco pero dentro del hiperfragm­entado paisaje electoral holandés significa estar codo con codo con los grandes. Los liberales les han invitado a negociar su participac­ión en el futuro gobierno. Se antoja complicado. Klaver conserva intacta la ambición de un día ser él quien lo dirija.

A los 16 años, se levantaba pensando cómo mejorar el mundo; con 18, quería ser primer ministro

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ROBIN VAN LONKHUIJSE­N / EFE
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Jesse Klaver celebrando el espectacul­ar resultado electoral de las elecciones holandesas, en que pasó de 4 a 14 diputados y del 2,3% al 9,1% de los votos

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