ARTE EN LA ANTÁRTIDA
La primera bienal de la Antártida cierra dejando un rastro de poesía y aventura en medio del hielo.
Alexander Ponomarev irrumpió la madrugada de ayer en la biblioteca del buque Vavilov, donde se estaba redactando esta crónica. El artífice de la bienal, cansado después de un largo día de presentaciones artísticas y avistamiento de ballenas, afirmó estar satisfecho porque, “a diferencia de lo que pasa en otras ferias artísticas, en esta no hay pabellones nacionales ni una localización concreta en un país; esto se ha celebrado en tierra de nadie, en la patria del arte y la naturaleza”, afirmó. Ciertamente, la aventura ha sido multinacional. Con evidente liderazgo ruso (por Ponomarev y por el patrocinador principal del invento, el magnate de la ciberseguridad Eugene Kaspersky), han convivido en la experiencia participantes de una treintena de países. Otras áreas de procedencia han ejercido considerable influencia. Se habla en el barco de un soft power berlinés y de un un soft power de Brooklyn, pero también de un influyente lobby de Barcelona en el que se integran, además de tres naturales, barceloneses de adopción como la productora cultural Tatiana Kourochkina (Rusia), el director de cine Dennis Delestrac (Francia), la responsable de producción Victoria Sacco (Argentina) y el experto en realidad virtual Mike Pfau (Estados Unidos).