A escala humana
Ampans gestiona una empresa social que atiende más de 2.000 personas y donde trabajan más de 700
Arnau, de 17 años, ha vuelto al instituto y, además, ha descubierto que en la cocina se desenvuelve mejor de lo que se imaginaba. Lo mismo le sucede a Reduan, de 18 años, aunque él ya se quiere quedar en los fogones. Mònica, de 22, trabaja media jornada y viene sola en autobús, desde Cardona hasta Santpedor; ha aprendido a arrinconar su timidez y tiene más seguridad e independencia para afrontar su discapacidad intelectual. Si un día vais al restaurante Canonge, en el centro de Manresa, y os sirve Meri, de 30 años, os dará la sensación de que es vuestra abuela quien os atiende y pone los platos en la mesa.
Ampans los ha acompañado, para darles herramientas para superar las discapacidades intelectuales, o les ayuda en sus dificultades personales o familiares. Ampans es una fundación que tiene una misión social, pero debe funcionar con criterios de empresa. Difícil equilibrio.
Ubicada en Santpedor (Bages), las cifras son claras: en el 2016 atendió a casi 2.200 personas, tiene una plantilla de 718 profesionales y este año moverá un presupuesto de unos 35 millones, cantidad que, desde hace años, crece a un ritmo sostenido anual de entre el 7% y el 8%. El 60% de ingresos provienen de los acuerdos de programas con las administraciones y el 40% restante, de los contratos firmados con empresas y de las ganancias de su actividad empresarial.
“No vivimos de las subvenciones”, subraya Toni Espinal, director general de Ampans. La frase, la repite varias veces, porque quiere dejar claro que el dinero público es para hacer un trabajo de alto contenido social y después de haber ganado el concurso correspondiente: “Nuestro cliente es público, pero tenemos otros clientes”. El objetivo de Ampans?: “Minimizar los ingresos que vienen de los servicios públicos” y diversificar la oferta, añade Espinal.
El año pasado, por ejemplo, iniciaron un servicio para acompañar a unos 300 jóvenes con problemas familiares, dificultades para seguir los estudios o la inserción laboral. Arnau recuerda que tenía “un pronto muy malo, siempre estaba a la defensiva. Me angustiaba mucho el instituto”. Contactó con el servicio de Ampans, que se coordina con el Servicio de Empleo de Catalunya (SOC), ha hecho prácticas en un quiosco y en la cocina y ahora ha vuelto al ESO. Se ha centrado: “Tenía que cambiar si quería ser alguien en la vida”, admite. Reduan recuerda que “estaba muy perdido, desconcentrado, no me veía con fuerzas para nada”. La experiencia en la restauración y la ayuda de la tutora de Ampans le ha cambiado. Le ha hecho más responsable, orgulloso de sí mismo: “Cuando ves el plato que has preparado...”. Y sonríe abiertamente.
Ampans ingresa dinero de las cuotas de los socios y de negocios propios, como el restaurante Canonge, en Manresa; un centro laboral y un Garden inmenso y muy bien cuidado, en Santpedor. También cuenta con una quesería (Muntanyola), ubicada en la finca Urpina (Sant Salvador de Guardiola) y unas viñas que les permiten elaborar dos tipos de vinos (Vins Urpina). Los quesos han recibido premios internacionales y la finca la gestiona Ampans desde que los dos propietarios, Joan Vila y Dolors Isern, la cedieron a cambio que la fundación cuidara del matrimonio y de sus dos hijos, Salvador y Ramon, cuando ellos ya no estuvieran. No es un problema. Entre las más de 2.000 personas que Ampans atendió el año pasado el más pequeño era un niño de 3 años y el mayor, un abuelo de 83.
También ingresa de los acuerdos con empresas. Mònica prepara con delicadeza unas cajitas en forma corazón de una conocida marca de joyas en el taller de Santpedor. “Desde que trabajo, me siento mejor y estoy muy contenta”. Para la fundación, uno de los retos “es conseguir que la gente trabaje, no que trabaje sólo en nuestra casa”, precisa Espinal. De aquí que en el 2016 gestionara las posibilidades laborales de 750 personas y que consiguiera un contrato laboral para más de 200. “Nuestra vocación son las personas y queremos tratar a cada una de manera diferente, según sus necesidades –añade Espinal–. Somos artesanales en el trato con la gente”.
Ampans ha pasado de los casi 600 trabajadores en el 2013, a 718 en 2016. El 65% de los empleados son mujeres y el 78% de contratos, indefinidos. El reciclaje profesional y los cursos de formación son continuos y “el personal está muy implicado”, alaba al director general. Uno de los principales quebraderos de cabeza es buscar oportunidades laborales diferentes para discapacidades intelectuales y enfermedades mentales muy diversas. Y el otro, es la obligación de mirar a largo plazo y responsabilida de no fallar en un mundo laboral cambiante: “Los acompañamos desde que nacen, en todo el ciclo vital, y las familias nos los confían para cuando ellos no estén”.