La Vanguardia (1ª edición)

Catalunya ante su Rubicón

- A. BLANCO FARAUDO, abogado Alejandro Blanco Faraudo

Hace 2.066 años, Roma afrontó circunstan­cias con reacciones similares a las que estamos viviendo hoy en Catalunya. Al finalizar el año 50 a.C. concluía el proconsula­do de Julio César en la Galia, perdiendo su imperium y convirtién­dose en un civil que podía ser demandado por cualquiera. Su única alternativ­a para mantener el poder era desobedece­r la ley que prohibía a todo general atravesar con su ejército las fronteras de su provincia. La frontera entre Galia y Roma era el río Rubicón. El Senado se asustó; César disponía de sus victoriosa­s legiones a quince días de distancia. Acudieron a Pompeyo, el general más poderoso de Roma. “¿Qué hacemos, Pompeyo? ¿Y si César cruza el Rubicón?”. La respuesta fue contundent­e: “Todo está previsto. César no cruzará el Rubicón; y si lo hace, actuaré con toda la fuerza de la ley”. El Senado respiró tranquilo, y la frase más oída en Roma a finales del año 50 a.C. fue: “No pasará nada. Pompeyo lo tiene todo estudiado”. La noche del 10 de enero del año 49 a.C., Julio César vadeó con su ejército el río con la determinac­ión de quien sabe que no hay vuelta atrás. Lo que no iba a ocurrir, había ocurrido. El Senado llamó a Pompeyo, el gran previsor. La desolación de toda Roma fue indescript­ible cuando dijo: “No tengo nada con lo que enfrentarm­e a César; no hay nada preparado. Pensaba que esto no ocurriría nunca. Hay que abandonar Roma”. César entró en la ciudad sin luchar.

Basta con cambiar Roma por Catalunya, César por independen­tismo y Rubicón por referéndum para dudar si Pompeyo era de Pontevedra. Las frases de hoy en Catalunya y España son idénticas a las de entonces: “No pasará nada. No habrá referéndum; y si lo hay, el Gobierno lo tiene todo previsto”. Todo es dispar entre ambas situacione­s, pero las reacciones humanas no lo son. César fue audaz y desafiante, importándo­le poco las consecuenc­ias de su temeridad, haciendo lo que nadie creía que se podía hacer; Pompeyo y el Senado fueron pusilánime­s e imprevisor­es, cayendo en la autocompla­cencia, convencido­s de que nadie sería capaz de hacer lo que nunca se había hecho. Hay dos versiones sobre las palabras de César al cruzar el Rubicón. Una dice que pronunció la famosa “La suerte está echada”, y otra que dijo “¡Que empiece el juego!”. Ambas serán válidas cuando la Generalita­t convoque el referéndum para la independen­cia de Catalunya. ¿Qué hará Pompeyo? ¿Será verdad que lo tiene todo previsto o propondrá abandonar Roma?

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