La Vanguardia (1ª edición)

PJ Harvey silencia Kosmopolis

La cantante fascina al CCCB con un recital donde la poesía suena a música

- Justo Barranco Barcelona

El festival de literatura Kosmopolis del CCCB cerró ayer sus puertas con un balance de 10.092 visitantes y, pese a tanta gente, con mucho silencio. Un silencio reverencia­l, tenso, denso y mantenido. El que acompañó de principio a fin los algo menos de 40 minutos de recital poético de la cantante británica PJ Harvey. Un recital que llenó ayer al máximo el hall del Centre de Cultura Contemporà­nia: 700 personas, a las que se sumaban 180 más que lo veían desde el auditorio del centro gracias a una retransmis­ión en directo. La expectació­n era máxima para escuchar a la siempre enigmática y poderosa cantante en una faceta muy distinta: dando vida de memoria los poemas que publicó en el 2015 junto al fotoperiod­ista Seamus Murphy bajo el título The hollow of the hand (El hueco de la mano en la versión en español que publica Sexto Piso). Y el mito, porque lo de ayer en el CCCB hacia PJ Harvey era básicament­e veneración, no defraudó. Emocionó con unos poemas en inglés y sin ningún tipo de subtítulos ni de traducción que resonaron en su cuerpo y en las paredes del gran hall. Unos poemas que fueron creciendo en su voz magnética, con sus gestos corporales siempre medidos pero cada vez más numerosos, lo que hizo que por momentos pareciera empezar a cantar.

El resultado final, una vez concluida la tensión ambiental y el sólido silencio que nunca abandonaro­n el recital, fue una enorme ovación y, unos veinte minutos después, una sesión de firmas de The hollow of the hand que se vendía allí mismo y provocó probableme­nte la mayor cola para firmar un volumen de poesía vista en décadas en Barcelona. Más de 150 personas se dispusiero­n a esperar una firma y muchas veces un pequeño diálogo con PJ Harvey, que los esperaba sentada frente a una mesa en el mismo escenario en el que había actuado de pie minutos antes. La primera firma, “For Teresa. Polly Jean Harvey”. Una Teresa que confesaba que para ella la cantante “es una crack, una artista en todo el sentido de la palabra” y que el concierto “ha sido muy emotivo, comenzó frío y se ha ido calentando, interpreta­ndo cada vez más”.

De hecho, los comentario­s sobre el recital son superlativ­os. La jovencísim­a Carmela dice que está “en shock”. Su amiga Erika añade que “aunque no haya cantado, ha sido como escuchar una canción, música”. Y señalan que quizá no lo entendiera­n todo pero que no importaba, que había mucha tensión, que les iba rápido el corazón. Una se lanza: ha estado a punto de llorar.

Y es que la expectació­n era enorme. Unos minutos antes de empezar, Tania, catalana, y Astrid, francesa, cuentan que han venido porque PJ Harvey “tiene mucha magia, tiene aura” y se han comprado su libro y se lo han empollado antes de llegar. No son pocos a los que se les ve el libro en las manos, un público mayoritari­amente joven y bastante alternativ­o. De repente, los altavoces anuncian que el recital está a punto de empezar pero que no se pueden hacer fotos ni grabacione­s. Ni antes, ni durante, ni después. Lo ha pedido la artista. “¿No es muy habitual, no?”, pregunta un chico al lado. No. Pero ella tampoco lo es, y desde que se anuncia su inminente aparición el silencio se puede cortar. Sólo la proliferac­ión de toses provoca risas y relaja el ambiente.

Y PJ Harvey entra entre aplausos vestida de negro y blanco, elegantísi­ma, como para presentar una gran ceremonia. Lo acabará siendo. “Gracias. Buenas noches”, y pasa al inglés. “Estoy muy contenta de estar aquí esta noche para leer para vosotros. Voy a leer primero poemas de mi libro The hollow of the hand, una colaboraci­ón con el fotoperiod­ista Seamus Murphy. Decidimos trabajar juntos y crear un proyecto juntos tras nuestro trabajo en el álbum Let England shake, donde hizo vídeos. Nos llevábamos muy bien y sugería hacer un proyecto desde el inicio. Él como fotoperiod­ista ha viajado a muchos países, muchas veces zonas de guerra, y era el perfecto compañero para viajar. El primer lugar que decidimos visitar fue Kosovo y leeré poemas de ese viaje”. Luego viajarían a Afganistán y a Washington DC y crearían un libro repleto de poemas y poderosas fotografía­s.

Poemas como el que da inicio al recital y al libro, On a dirt road (En un camino de tierra), en Kosovo, con imágenes que muestran barricadas, heridas abiertas, o como The abandoned village (La aldea abandonada), donde pregunta a una muñeca o un árbol lo que han visto allí. Recita sin mirar los papeles, mira directamen­te al público, excepto cuando en el poema pone la voz a alguien, y cambia su tono y mira arriba. Los suaves movimiento­s de una mano y un hombro son todo lo que emplea al principio para acompañar su dicción perfecta y una voz que lo llena todo. Alarga las vocales, acentúa las enes, deja acabar los poemas como si fueran una pregunta difícil de responder. Y tanto su voz como sus gestos van creciendo a lo largo de los versos, y acabará habiendo momentos en los que parece que vaya a cantar. O que ya esté cantando.

Tras Kosovo, poemas sobre Afganistán. Cuenta que iba con libreta y bolígrafo para tomar notas y que quiso plasmar lo que veía allí como si fuera una niña, de forma naif, sin prejuicios, “ver lo que tenía delante”. Poemas tan coloristas y vívidos sobre el país como The orange monkey (El mono naranja). Hay olores, colores, formas, niños jugando descalzos en el cementerio en diciembre. El viaje del libro acaba en Washington DC, la capital del país donde muchas de las decisiones que afectaron a los dos países anteriores fueron tomadas. “Cuando fuimos allí intentamos ir con la mente abierta y documentar lo que vimos”. Y quedó sorprendid­a, señala, por las similitude­s que encontró en las zonas pobres de la ciudad, perros por las calles, gente pidiendo.

Tras Washington, acabó con algunos de los nuevos poemas que está escribiend­o con el título provisiona­l de The forest (El bosque). El último poema, en el que un soldado yace con una cuchillada en el cuello que parece pedir, entre los borbotones de sangre, “love me tender”, que Harvey recita con voz rasposa y herida. Y un gran aplauso rompe estrepitos­amente el largo silencio.

Los versos de la poeta nacieron de viajes a Afganistán, Kosovo y Washington La cantante cuenta que la idea era retratar esos lugares con mirada de niña, sin prejuicios La creadora recita de memoria sus versos y su voz magnética enmudece al auditorio Tras el recital, una cola de 150 personas espera para lograr una firma de la artista

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MIQUEL TAVERNA PJ Harvey, ayer tarde, durante su recital de poesía en el CCCB
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