De los pisos patera a los pisos turísticos
El miedo a que nuestro modo de vida se tambalee también determinó la tramitación de la ordenanza de civismo. En aquellos años de crecimiento económico, cuando muy pocos intuían lo que se avecinaba, la inmigración era una de las principales preocupaciones de la ciudadanía. Según el barómetro municipal del 2005, el 8,2 % de los barceloneses la consideraba como el principal problema de la ciudad, y sólo el 0,5 señalaba la pobreza y las desigualdades. La diferencia se extremó en el 2008. Llegamos al 10,2 y al 0,2. En estos años la preocupación por el turismo es anecdótica.
Las plazas se llenaron de hombres de tez oscura que dormían en camas calientes, que rezaban en oratorios abiertos en garajes, que convirtieron el Raval en Ravalistán. Todo cambiaba muy deprisa. Hoy los extranjeros siguen despertando recelos. Pero las tornas cambiaron. Apenas un 3% de los barceloneses considera la inmigración como el principal problema de la ciudad. Aquella proporción de más del 8 por ciento que en el 2005 señalaba a los nouvinguts se refiere ahora a los turistas. Y la gente que subraya la pobreza como el principal problema de la ciudad se multiplicó por más de siete. Ahora los barceloneses no temen que vengan pobres y conquisten sus barrios, ahora temen que lo hagan los ricos.