Trump tumba las medidas de Obama contra el cambio climático
El presidente destripa todas las medidas de Obama contra el cambio climático
La orden firmada por el presidente de EE.UU. hace imposible cumplir con el pacto de París
Política de tierra quemada o, en este caso, todavía le cuadra más la calificación de “inundada”.
El presidente Trump se puso ayer manos a la obra en la demolición del legado de su predecesor contra el calentamiento global.
Aunque muchos creen que va contra la historia –porque el consenso científico y los datos del mercado laboral señalan un futuro en dirección a las energías renovables–, Donald Trump opta por la industria fósil, y el populismo electoral, en detrimento de la protección medioambiental.
Tampoco resulta tan sorprendente cuando en no pocas ocasiones adjetivó de “estúpidas” las medidas lanzadas por Barack Obama, sin olvidar que, según su visión, el cambio climático es un cuento chino. Que lo inventaron en Pekín para perjudicar la productividad estadounidense.
De un plumazo, el actual inquilino de la Casa Blanca desmanteló la regulación que Barack Obama patrocinó para recortar las emisiones y liderar el esfuerzo mundial por frenar el cambio climático. La nueva directiva instruye a los reguladores federales a “reevaluar” las normas impuestas en lo que él describió como “la guerra al carbón”.
En la Casa Blanca, y rodeado de su equipo (negacionistas) y de mineros –los elogió con un “increíble, gran gente”–, Trump afirmó que, con su rúbrica, empezaba “una nueva revolución energética” y “una nueva era”.
Lo resumió como “el final del robo a la prosperidad de EE.UU. y a la industria estadounidense”. A su vez, la agencia de protección ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) dedicará más esfuerzos “para proteger el agua y el aire”.
En la denominada Energy Independence se guarda silencio sobre si Estados Unidos se retirará del compromiso firmado en París, en el 2015. El anterior ejecutivo se comprometió a reducir en el 2025 sus expulsiones de gas de efecto invernadero hasta el 28% (en comparación con los niveles del 2005). La Administración Trump está dividida sobre el futuro del pacto. Él evitó referencia alguna.
Hoy parece un reto imposible. El Clean Power Plan (plan de energía limpia) del presidente Obama, ahora cortado de raíz, quedó congelado por el Tribunal Supremo. Más de una docena de estados mineros presentaron denuncia, precisamente donde Trump sacó más apoyo.
Uno de los que ayer estaban a su lado era Scott Pruitt, director de la agencia de protección medioambiental (EPA), que, como negacionista, planteó 14 demandas siendo fiscal jefe de Oklahoma y apostaba por desmantelar la entidad que ahora dirige.
Todo indica que, incluso si el plan Obama hubiese entrado en
La orden no habla del acuerdo del París, pero lo hace de imposible cumplimiento
función, lograr los límites habría sido complejo. El nuevo ordenamiento, que afrontará idénticos retos legales, pero desde el activismo, los convierte en casi inalcanzables. Algunos expertos subrayaron que el gesto de Donald Trump no deja de ser una autorización a otros países para no cumplir el pacto.
Esta desregulación pretende, además, levantar la moratoria de la cesión de terrenos federales para la explotación carbonífera, eliminar normas para frenar las emisiones en las producciones de petróleo y gas o reducir el peso del cambio climático en la política para facilitar nuevas infraestructuras. “Cuando se trata de cambio climático, nosotros queremos tomar nuestro rumbo y hacer las cosas a nuestra manera”, declaró un cargo oficial en una conferencia telefónica con periodistas.
Analistas y los propios ejecutivos de las industrias beneficiadas dudan del impacto laboral. Un informe del Departamento de Energía, del pasado enero, señaló que las minas de carbón proporcionan menos de 75.000 empleos, mientras que las renovables (sol, viento, biodiésel) ascienden a 650.000.
“No sabemos cuántos empleos se crearán, pero este compromiso nos da confianza”, declaró a Reuters el presidente de la asociación del carbón de Kentucky, Tyler White. Tampoco el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, dispuso de números. Remitió a Trump, pero este no hizo más que alusiones genéricas del tipo “vamos a crear puestos de trabajo” o “los mineros volverán a la mina”. “De esto es de lo que se trata –remarcó el presidente–, volver a traer empleos, recuperar nuestros sueños y hacer EE.UU. saludable de nuevo”. Los especialistas apostillan que esta decisión mantendrá abiertas minas que iban a cerrarse. Esto no hará, sin embargo, que se contrate a más gente. Su lugar lo ha ocupado la tecnología.
En cambio, la inmensa mayoría de la comunidad científica sí concluye que la acción humana es el principal motor del calentamiento global, lo que provoca la subida del nivel del mar, sequías y una mayor frecuencia de tormentas violentas o huracanes.
“Esta acción es un asalto a los valores norteamericanos y pone en peligro la salud, la seguridad y la prosperidad de EE.UU.”, replicó el millonario y activista Tom Steyer, jefe del grupo NextGen Climate. “Esta orden ignora la ley y la realidad científica”, terció Trin Van Noppen, presidente del grupo Earthjustice.
Un detalle: en su comparecencia, Trump no citó para nada la expresión “cambio climático”.
La medida apenas creará empleo en las minas, pero destruirá en renovables