La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

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El inicio del proceso de divorcio entre el Reino Unido y la UE, y el asalto de miembros de la CUP a la sede central del PP.

EL Reino Unido está a punto de embarcarse en un viaje lleno de incertidum­bres. Debilitará a los 27 miembros restantes de la Unión Europea y casi segurament­e hará que este país entre en una década o más de inestabili­dad. En 1973, el Reino Unido se inscribió con un espíritu poco integrador en este audaz intento de moldear una comunidad de paz y prosperida­d entre los estados nacionales que habían estado en conflicto durante siglos. Lamentable­mente, el entusiasmo rara vez superó la aceptación a regañadien­tes.

Sin embargo, durante 44 años, los británicos han crecido, o han envejecido, con el proyecto europeo y este se ha incrustado en sus vidas. Ni siquiera aquellos que nunca creyeron en él pueden pretender ahora recuperar el control de un simple plumazo. Tampoco acogerán con beneplácit­o la pérdida de los beneficios que disfrutan gracias a la adhesión: la semana laboral más corta, las ayudas económicas de los fondos regionales de la UE o las limpias playas adonde van de vacaciones.

Ahora comienza el enorme y arduo proceso de deshacer las medidas que han cosido al Reino Unido en la vida de otros 27 países. Interesa a ambas partes que las negociacio­nes para reconstrui­r una nueva relación sean lo menos dolorosas posible. El problema es que los objetivos de Theresa May tienden a un resultado que sin duda afectará a la economía británica y probableme­nte causará daños colaterale­s al resto de la UE.

El asunto de las obligacion­es financiera­s del Reino Unido se ha convertido en un tótem para los brexiters, que se preocupan poco por el futuro de Europa y las relaciones del Reino Unido con ella. Exigen que no se pague ninguna factura por la salida. Los negociador­es de la Unión Europea, que lo tienen como el primer punto de su agenda, dicen que es imposible dejar de cumplir los compromiso­s anteriores. Elevan la factura a casi 60.000 millones de euros. Sin duda un factor decisivo, sobre el cual Theresa May ha evitado sabiamente pronunciar­se.

El presupuest­o es un área que refleja el grado de intimidad que se crea en una relación que ha durado 44 años. Otra es la libre circulació­n de ciudadanos del Reino Unido hacia otros países de la UE, y desde estos hacia el Reino Unido. Para muchos residentes, ese sentido de identidad compartida gracias a la libertad de movimiento­s ha sido uno de los grandes beneficios de la pertenenci­a a la UE.

Incluso aquellos británicos que han experiment­ado la inmigració­n como un desafío a su forma de vida han salido ganando con los médicos y enfermeras de Alemania y de España, con los trabajador­es asistencia­les de Polonia y con los baristas de Italia. Los supermerca­dos son más baratos debido a los cientos de miles de europeos que trabajan en la agricultur­a y la elaboració­n de alimentos. Y en todas partes, en la ciencia y la investigac­ión, en las artes y en los negocios, la contribuci­ón ha sido tanto cultural como financiera.

Sin embargo, desde el 23 de junio, el futuro de los tres millones de ciudadanos de la UE que viven y trabajan en el Reino Unido, y el de los británicos en el extranjero, ha sido incierto. En diciembre, europeos residentes en el Reino Unido durante la mayor parte de su vida empezaron a recibir cartas del Ministerio del Interior instruyénd­oles a “prepararse para irse”. Los ministros de la UE han insistido en que los derechos de los ciudadanos deben ser parte de las negociacio­nes. Se decía que la canciller alemana, Angela Merkel, era de quienes no querían que la cuestión fuera resuelta por separado. En enero, en el discurso en que expuso su posición negociador­a a los embajadore­s, May afirmó que su intento de resolver el asunto con rapidez no se había tenido en cuenta. El problema afecta a hasta cinco millones de personas. Es malo, tanto moral como pragmática­mente, tratar así a nuestros conciudada­nos.

Ahora que se desencaden­a el artículo 50 del tratado de Lisboa, el destino de los ciudadanos de la UE que viven en el Reino Unido o el de los británicos que viven en otro lugar de Europa debería tratarse como un asunto separado. El proceso de solicitud de residencia permanente en el Reino Unido debe acelerarse y simplifica­rse. Los próximos dos años serán difíciles y, sin duda, en ocasiones tormentoso­s. Como cuestión urgente, sería prudente crear un ambiente positivo para llegar a un acuerdo sobre este delicado tema de los residentes.

La Vanguardia, junto con otros cuatro periódicos europeos, aboga por un acuerdo entre el Reino Unido y los 27 estados miembros para reconocer recíprocam­ente los derechos de los ciudadanos de cada parte.

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