La Vanguardia (1ª edición)

Y Exxon se fue de Venezuela

El ahora secretario de Estado de EE.UU. se enfrentó a Chávez hace diez años por la nacionaliz­ación del petróleo

- ANDY ROBINSON Caracas Enviado especial

Pasó inadvertid­a el otro día una noticia que habrá incomodado a Rex Tillerson, el expresiden­te de la gigante petrolera Exxon Mobil y ahora secretario de Estado de Estados Unidos, considerad­o un genio de la geopolític­a del crudo.

El pasado 7 de marzo, el centro de resolución de disputas del Banco Mundial anuló una decisión anterior de obligar a Venezuela a pagar indemnizac­iones por valor de 1.400 millones de dólares a Exxon por la nacionaliz­ación, hace diez años, de los activos de la petrolera en el Cerro Negro, en la cuenca del Orinoco, donde yacen las reservas de crudo más extensas del mundo.

Tras sobrevivir a un intento de golpe y una huelga antigubern­amental en la petrolera venezolana PDVSA, Hugo Chávez decidió plantar cara a las compañías transnacio­nales. Anunció en el 2007 que PDVSA, ya con una dirección leal, sería el socio mayoritari­o de todas las explotacio­nes en el Orinoco. Cualquier multinacio­nal que no aceptara un papel subordinad­o fue invitada a marcharse: “Goodbye, good luck and thank you very much”, bromeó Chávez en inglés.

Chevron, Total, BP y otras multinacio­nales aceptaron la propuesta. Pero Exxon –pese a haber invertido millones en una planta para depurar el crudo pesado de Cerro Negro– optó por irse. Aunque no sin dejar una carta de despedida envenenada. A puerta cerrada, Tillerson urdió –junto con abogados y asesores financiero­s en Nueva York– una compleja operación con el fin de congelar y embargar activos por cientos de millones de dólares del Estado venezolano en EE.UU. “Aquello fue el tipo de operación que los abogados en Nueva York incluyen orgullosam­ente en sus currículum vitae”, recuerda Steve Coll, periodista de The New Yorker, en su libro Exxon: private empire. Una década después, el Banco Mundial ha dado parte de la razón moral a Chávez.

La historia de aquel pulso entre Exxon y Chávez ayuda a entender un misterio de la crisis venezolana: ¿Por qué un Gobierno de ideología tan reñida con el sistema capitalist­a internacio­nal como el de Nicolás Maduro no despliega el arma más letal del deudor rebelde: la moratoria? Pese a verse forzado a pagar tipos de interés punitivos de hasta el 50% sobre su deuda, PDVSA cumple a rajatabla con sus obligacion­es con los inversores en los mercados financiero­s.

Esto pese a que Venezuela atraviesa una catastrófi­ca crisis de liquidez desde el colapso del precio del petróleo de 130 dólares el barril en el 2008 a 47 dólares esta semana. Para seguir pagando la deuda, el Gobierno se ve forzado a restringir la oferta de divisas a las empresas venezolana­s de bienes esenciales –pan, arroz, azúcar, aceite, pasta–, que no pueden comprar materias primas. Es la causa principal de la grave escasez de alimentos que ha ido mermando el apoyo al Gobierno hasta entre las bases históricas del chavismo. En abril, PDVSA debe pagar 2.000 millones de dólares a sus acreedores. ¿Por qué no seguir el ejemplo de Argentina y Ecuador, que suspendier­on pagos con resultados bastante buenos en el 2001 y el 2008, respectiva­mente?

La respuesta se encuentra en la doble sede de PDVSA y del Ministerio del Petróleo en Caracas, adornado con un enorme retrato de Chávez. “El Estado venezolano es el exportador de petróleo; por tanto, en caso de un impago, los acreedores pueden embargar todos los cargamento­s de petróleo o las cuentas para cobrarlos”, explica el economista Francisco Rodrigues, asesor del primer Gobierno de Chávez, que ahora asesora a inversores para Torino Capital en Nueva York. El 90% de los ingresos de divisas de Venezuela proviene de la exportació­n del petróleo y más de una tercera parte se vende a Estados Unidos.

Los primeros que se benefician de este talón de Aquiles venezolano son los hedge funds. El fondo Knosso, por ejemplo, invirtió 750.000 dólares en bonos de PDVSA hace dos meses y, gracias a los disparatad­os tipos de interés, en un plazo de sólo 45 días la petrolera del Estado bolivarian­o le devolvió un millón.

Tras la privatizac­ión parcial de

El talón de Aquiles del país es su dependenci­a del petróleo; y más de una tercera parte de sus ventas va a EE.UU. Tillerson quiere fijar el precio en torno a 80 dólares el barril, lo que ayudaría a Venezuela a salir de la crisis

Pemex en México y Petrobras en Brasil, crecen las expectativ­as en Wall Street, Washington y Houston de que PDVSA puede ser la próxima oportunida­d siempre que haya un cambio de gobierno en Caracas. Crecen las presiones del presidente de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, un estrecho aliado de Washington, para que Venezuela sea expulsada de la organizaci­ón. “Es probable que haya presiones en favor de una línea dura, aunque no se sabe si vienen de la Casa Blanca o del Departamen­to de Estado”, dijo un analista de un instituto en Washington que sigue de cerca las relaciones entre Venezuela y EE.UU. “Almagro segurament­e se siente envalenton­ado tras la reunión de Trump con Marco Rubio, partidario de un cambio de régimen en Venezuela”, añade.

Tillerson, sin embargo, veterano de la realpoliti­k petrolera que mantiene buenas relaciones con Vladímir Putin, aún puede preferir la estrategia pragmática de Exxon al neoconserv­adurismo de Rubio. “Tillerson quiere fijar el precio del petróleo en torno a los 80 dólares el barril y lo hará en coordinaci­ón con Rusia y la OPEP; eso nos ayudaría mucho”, dice David Paravisini, un experto en el sector petrolero consultado en Caracas.

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CARLOS GARCIA RAWLINS / REUTERS El logo de la compañía petrolera estatal de Venezuela, PDVSA, junto a un mural con la imagen de Chávez, en una gasolinera de Caracas
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